domingo, 2 de agosto de 2009

¿Dónde quedó la música de la vida?

El otro día me crucé con una joven pareja. Vale, me cruzo con ellos casi todos los días. Tienen dos pequeños pipiolos de corta edad: un niño de siete años y una niña de cuatro; que todavía poseen esa inocencia que pierden al llegar a mis aulas. Bueno, a lo que iba. Esta vez fue especial, porque la madre iba bailando por la calle con la hija sobre los pies como si de un viejo musical se tratase. La alegría que derrochaba la cría me embargó y como es costumbre, para desgracia tuya lector, me dio algo en que pensar.

Es raro que se vea ese tipo de espontaneidad en nuestras calles. Donde antes las familias se reunían a compartir los rigores del calor veraniego junto con sus convecinos, ahora se impone la dictadura del los aires acondicionados, ventiladores, humidificadores, etc. Los juegos infantiles han sido sustituidos por los omnipresentes videojuegos (Juanillo y Rafa, no estoy diciendo que estos sean malos). Y la tertulia ha sido sustituida por el Messenger y los teléfonos móviles.

En estos tiempos tan modernos, hasta en vacaciones se tiene prisa (salvo yo mismo, que me tomo muy en serio lo de rescatar las viejas tradiciones: paseo, piscina, partida con los amigos, plática por la calle, etc), como si se tratase de alcanzar una nueva marca de kilómetros recorridos en 15 días. Lo importante no es la calidad de lo vivido sino la cantidad de la visto.

¿Dónde deja esto a la música de la vida? Con música de la vida me refiero a esos temas que se colaban en el fondo de tu cabeza y parecían marcar ritmo a tu vida. Más de uno lo ha sentido en algún momento (o eso espero). Eran melodías que se escuchaban en las radios que sacaban los vecinos a la calle en las tardes de verano y se oían entrecortadas al transitar por la ciudad. Eran muy pegadizas, al poco tiempo se oía a más de uno silbarlas o bailarlas, como si todo el mundo viviese dentro de uno de esos anacrónicos musicales (por desgracia, ya que a mí me siguen encantando).

Ahora, salvo honrosas excepciones, se impone la égida del Ipod, donde se refugian los amantes de la música, y del auto ensordecedor, donde toda una caterva de ignorantes (valga de redundancia) trata de imponer al público sus desastrosos gustos musicales.

En fin, en el recuerdo quedarán momentos como con el que he empezado el artículo, u otros que me vienen a la memoria, como por ejemplo la joven que bailaba por los pasillos de mi antigua residencia universitaria bajo los acordes de una melodía desconocida. Me pregunto: "¿al fin habrá encontrado su camino, o estará perdida como nosotros en este maremágnum de incomprensión hacia la espontaneidad?"

5 comentarios:

  1. A ti no te hace efecto el campo distorsionador de la realidad de Steve Jobs.

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  2. Es que nos han abducido una raza de roboces rebozados para que hagamos lo que ellos quieran y asi dominaran el mundo...
    si no te lo crees, lo dicen en intereconomia, una cadena objetiva, de calidad, y sin ninguna (ninguna, eh) inclinacion politica (pero ninguna) :D

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  3. Como se ve que estás de vacaciones y entre pocha y pocha te tomas algunas pirondolas o algo así.
    Porque vaya seríe de artículos.
    Por no hablar de que son las 4 de la tarde y aún no has publicado la entrada de comentarios jocosos, que es el único motivo que me impulsó a entrar hoy en este nuestro blog.

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  4. coincido al 100% con el anterior comentarista.
    Nos tienes hasta el gorro, con entradas desnortantes y poco chistosas no como los chistosos chistes de chuchonia chuchense que escribias antaño... ubi sunt?, Xuxi. ubi sunt?

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