No me refiero a los míos sino al maratón de abnegados padres que he recibido hoy como consecuencia de las discretas notas de sus hijos. La labor del tutor no termina en la reunión semanal con el departamento de Orientación o con la hora lectiva más inútil del horario escolar. Realmente acaba cuando has sido capaz de explicar a los padres el parco boletín que han recibido antes de las vacaciones.
Este curso me he lanzado por primera vez a la aventura de ser tutor de un 1º de la ESO. Es algo distinto a lo que estaba acostumbrado en años anteriores, donde tenía que lidiar con padres asustados con los sacos de hormonas que tenían por hijos. Por contra, mis tutorados todavía se encuentran en la lindes que existen entre la infancia y la adolescencia. Todavía les falta muchos de esos recursos que hacen temblar a cualquier adulto de nuestra generación.
Eso se nota también en lo padres, recién llegados al mundo del instituto, que tienen que realizar la temible transición de la charla a la salida del colegio con el maestro a la fijación de una cita con el profesor tutor.
Unos se muestran desamparados por nuestra magna institución, echan en falta esa comunicación diaria. Otros, los menos, agradecen no tener que acercarse al centro para nada.
Por ahora, a día de hoy, son 43 reuniones con padres las que llevo y mañana me esperan otras tres. Obviamente todas ellas fuera del horario que tengo asignado para tal evento, ya que la Junta considera que una hora basta para tal labor, y por cierto, sin ningún incentivo económico, algo normal en el resto de comunidades autónomas.
En fin, pido un deseo para el curso que viene a esos maravillosos Reyes Magos del verano que nunca he conocido: "ser durante un curso un profesor normal sin ninguna atribución de asistente social".
Eso se nota también en lo padres, recién llegados al mundo del instituto, que tienen que realizar la temible transición de la charla a la salida del colegio con el maestro a la fijación de una cita con el profesor tutor.
Unos se muestran desamparados por nuestra magna institución, echan en falta esa comunicación diaria. Otros, los menos, agradecen no tener que acercarse al centro para nada.
Por ahora, a día de hoy, son 43 reuniones con padres las que llevo y mañana me esperan otras tres. Obviamente todas ellas fuera del horario que tengo asignado para tal evento, ya que la Junta considera que una hora basta para tal labor, y por cierto, sin ningún incentivo económico, algo normal en el resto de comunidades autónomas.
En fin, pido un deseo para el curso que viene a esos maravillosos Reyes Magos del verano que nunca he conocido: "ser durante un curso un profesor normal sin ninguna atribución de asistente social".
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