Esta mañana me he sentido completamente identificado con él. La razón estriba en que me han pasado un montón de anécdotas de lo más extraño, lo que cabía esperar del último día de clase. Te cito las más curiosas a modo de resumen.
Hoy tenía una única clase con un primero de la
ESO. En principio tenía planeado realizar una recuperación a tres alumnos que habían suspendido la tercera evaluación. Pero además de presentarse los tres susodichos, hicieron acto de presencia otros cinco. Misión: entretenerlos durante
50 minutos. Solución: Les enseñé a hacer un pingüino con un folio (para algo tienen que servir todas esas horas dedicadas a aprender papiroflexia).
En esa misma clase, un alumno me ofreció su móvil para que hablase con su padre y le convenciese de que se podía pirar del instituto. Obviamente decliné el ofrecimiento.
Durante esta mañana me he cruzado tres veces con la alumna galardonada con el
Premio de Bachillerato de este curso. En las tres ocasiones la gente que le acompañaba en ese momento me ha conminado a felicitarla, lo cual resulta gracioso teniendo en cuenta que fui el primer profesor que la suspendió en su meteórica carrera. Tranquilo, nos llevamos bien. Pero la verdad es que parecían las tres negaciones de
San Pedro. Por cierto, va a estudiar en la
Universidad Estudios Asiáticos.
Dirigiéndome a realizar la última guardia de recreo del curso vi como entraban diversos alumnos en el instituto. Ha sido la clase con más asistencia del día. Es alucinante que estando fuera del instituto toda la mañana se entre para realizar el recreo.
¡Qué cosas tienen estos alumnos!Después de la guardia de recreo, me dirigí con unos compañeros para tomar un café (en mi caso una caña) a un bar, y en ese momento pasaron varias situaciones de lo más extraño, a parte de la consabida felicitación a la agraciada: una ex-alumna entró en el instituto y me saludó rozándome la mano, lo cual no resulta extraño salvo en la católica
Ávila donde puede dar lugar a todo tipo de interpretaciones; me pasaron una llamada de una madre (
¡Sí! El último día de clase); y me crucé con una extraña pareja compuesta por una profesora de
Francés y una lectora inglesa (los tópicos, a veces, se hacen realidad. La de
Francés era morena y la de
Inglés rubia).
Pero ahí no acabaron mis aventuras. Tenía una única junta de evaluación y ésta se convirtió en un
remake de otra que ya tuve hace tres meses. Bendito
déjà vu (para más información ver "
Evaluación kafkiana").
Al finalizar tan magno acto un compañero me pidió ayuda para solucionar un pequeño problema con su nuevo y flamante
Macbook Pro. Cuando me disponía a arreglar el desaguisado en cuestión,
¿qué crees que ocurrió? Lo inevitable. La batería se agotó y el portátil se apagó. Y dado que me encontraba en el departamento de
Religión aproveché la ocasión para verlo. Entre las pertenencias que lo componen se encuentran albas, casullas y un cáliz perdido (reminiscencias de una desconocida capilla), que no pueden ser retirados al encontrarse inventariados (me encanta la Administración con su persistente síndrome de
Diógenes: "
Todo se compra, pero nada se tira").
En fin, una mañana asombrosa que parece sacada de una novela. Por cierto, "
en algún momento me crucé con el galáctico Darkel, pero me cuesta situarle en escena. Cosas de escritores".