No se trata de una nueva serie que estoy viendo sino de la constatación de que en la actualidad, si fuese como alumno al instituto, sería catalogado como hiperactivo. Hoy me he enfrentado a mi primer claustro de verdad, ya que éste duró alrededor de 222 minutos (para que te hagas una idea, la duración de la mítica "Lo que el viento se llevó" (1939). Hasta el momento había asistido a la versión reducida que practicaba en antiguo equipo directivo. De todas formas este artículo no va profundizar en si ésto es bueno o no.
Para que me comprendas mejor si no eres profesor, un claustro es una reunión que tiene como asistentes a todos los profesores y que en el pasado regulaba la vida en el instituto. En la actualidad éste ha sido despojado de todo su poder tanto por el equipo directivo como por el consejo escolar, por lo que suele convertirse en una aburrida lectura de hechos consumados y estadísticas innecesarias. Subsiste para mantener la ficción de que los profesores participamos de forma activa en el funcionamiento del instituto, pero cada vez más de nosotros lo contemplamos como una reminiscencia innecesaria de tiempos más gloriosos.
¿Quienes se lo toman en serio? Pues digamos los líderes de las diferentes facciones que se pueden encontrar en un centro, es decir, los que llamaríamos primeros espadas. Éstos suelen intervenir con voz profunda, vertiendo su opinión al resto del público (suelen ser los jefes de departamento y aquellas personas que han estado en la dirección en el pasado). Por contra, los segundos y terceros espadas se conforman con asentir o disentir de lo dicho.
Pero qué pasa con los quintos espadas, los que están de prestado en el instituto (expectativa e interinos). Pues que, como yo que soy el último mono del instituto, se aburren soberanamente oyendo discusiones en las cuales jamás tendrán voz o voto La opinión de alguien que está de paso pocas veces se tiene en cuenta (lo dice uno que lleva de paso 6 cursos consecutivos), y se agradece con una simple sonrisa.
Pero la verdad es que no doy por perdida la mañana entera. Por lo menos he sido capaz de constatar un hecho: "cuando a la gente se le somete a tal castigo (no olvidemos que nosotros somos habitualmente los que damos la barrila) se descubre como era el comportamiento de cada uno en el instituto como alumno".
Me explico, cuando damos clase en el fondo somos grandes actores. En muchas ocasiones, el profesor despótico y malhumorado que os encontráis en un aula cambia radicalmente de personalidad en su despacho o en el bar. Esa pose se labra con años de experiencia docente. Por contra, el tío enrollado suele ser un maníaco depresivo o simplemente aburrido. Como en toda regla hay algunas excepciones, como la que suscribe el escritor de este articulo, que es básicamente la misma persona dentro y fuera del aula, como puede constatar la mayoría de los alumnos que he tenido.
Pero en un entorno adverso, como el que hoy vivido, sale a relucir la personalidad formada en la adolescencia. En mis tiempos de instituto solía sentarme al final de la clase por razones obvias. Lo que era una necesidad por la desaparición de las tarimas se convirtió en costumbre. Eso dio pie a que fuese un alumno algo revoltoso, que estaba siempre pendiente de cualquier cosa menos la explicación del profesor y que buscaba un compañero con el que charlar para pasar la mañana entretenido. Este hábito continuó en mis años de Universidad, salvo algún intento de enmienda que siempre fracasó (me daban miedo los "¡Sí o no!" de mi profesor de Electrónica o las preguntas inquisitivas de los profesores del departamento de Óptica). Por lo tanto cuando llegué a mi primer claustro me dirigí a la última fila junto con el resto de compañeros que tenían el mismo problema.
Pero hoy el nuevo equipo directivo nos sorprendió con una reestructuración de la sala donde se celebraba el claustro, colocándola como si de la cámara de los lores se tratase. Me hubiese gustado ver mi propia cara cuando anduve desubicado durante un par de minutos buscando un sitio que cumpliese mis necesidades. No lo encontré y tuve que sentarme con el resto de mis compañeros de la última fila en un sitio bastante desagradable (la verdad es que estuve estudiando el problema durante un rato y creo que he encontrado el lugar idóneo para la próxima ocasión). Supuestamente la nueva disposición era para fomentar el diálogo, aunque yo la utilicé para observar al resto de compañeros y las nuevas adquisiciones de plantilla.
¿Qué observé? Los comportamientos que se pueden dar en cualquier aula. La pareja de chicas sentadas juntas y haciéndose confidencias mientras sonríen, la que se queda dormida, el que se dedica a jalear a sus compañeros, el que se escuda en la espalda que tiene delante para hacer cualquier otra cosa menos atender, el que trama alguna broma y trata de liar al compañero, la que apunta lo que tiene que decir el valiente que ha hecho una pregunta que ella no se ha atrevido a hacer, el que copia para parecer que está atento, el que realmente está atento, etc.
¿En qué me convertí yo mismo? En un manojo de nervios inquieto y aburrido (tardé en mirar el reloj sólo 25 minutos). Jugando con todo lo que tenía en los bolsillos e iniciando conversaciones con los que se sentaban a mi lado. Incluso tuve la desfachatez de darme la vuelta para hablar con el que estaba detrás mío (sí, el que aprovechaba mi espalda para hacer otras cosas).
En fin, "me compadezco de mis alumnos, ya que tienen que soportarme durante 50 minutos, todo un hito teniendo en cuenta que probablemente no me aguantaría a mi mismo ni 20".
¿Quienes se lo toman en serio? Pues digamos los líderes de las diferentes facciones que se pueden encontrar en un centro, es decir, los que llamaríamos primeros espadas. Éstos suelen intervenir con voz profunda, vertiendo su opinión al resto del público (suelen ser los jefes de departamento y aquellas personas que han estado en la dirección en el pasado). Por contra, los segundos y terceros espadas se conforman con asentir o disentir de lo dicho.
Pero qué pasa con los quintos espadas, los que están de prestado en el instituto (expectativa e interinos). Pues que, como yo que soy el último mono del instituto, se aburren soberanamente oyendo discusiones en las cuales jamás tendrán voz o voto La opinión de alguien que está de paso pocas veces se tiene en cuenta (lo dice uno que lleva de paso 6 cursos consecutivos), y se agradece con una simple sonrisa.
Pero la verdad es que no doy por perdida la mañana entera. Por lo menos he sido capaz de constatar un hecho: "cuando a la gente se le somete a tal castigo (no olvidemos que nosotros somos habitualmente los que damos la barrila) se descubre como era el comportamiento de cada uno en el instituto como alumno".
Me explico, cuando damos clase en el fondo somos grandes actores. En muchas ocasiones, el profesor despótico y malhumorado que os encontráis en un aula cambia radicalmente de personalidad en su despacho o en el bar. Esa pose se labra con años de experiencia docente. Por contra, el tío enrollado suele ser un maníaco depresivo o simplemente aburrido. Como en toda regla hay algunas excepciones, como la que suscribe el escritor de este articulo, que es básicamente la misma persona dentro y fuera del aula, como puede constatar la mayoría de los alumnos que he tenido.
Pero en un entorno adverso, como el que hoy vivido, sale a relucir la personalidad formada en la adolescencia. En mis tiempos de instituto solía sentarme al final de la clase por razones obvias. Lo que era una necesidad por la desaparición de las tarimas se convirtió en costumbre. Eso dio pie a que fuese un alumno algo revoltoso, que estaba siempre pendiente de cualquier cosa menos la explicación del profesor y que buscaba un compañero con el que charlar para pasar la mañana entretenido. Este hábito continuó en mis años de Universidad, salvo algún intento de enmienda que siempre fracasó (me daban miedo los "¡Sí o no!" de mi profesor de Electrónica o las preguntas inquisitivas de los profesores del departamento de Óptica). Por lo tanto cuando llegué a mi primer claustro me dirigí a la última fila junto con el resto de compañeros que tenían el mismo problema.
Pero hoy el nuevo equipo directivo nos sorprendió con una reestructuración de la sala donde se celebraba el claustro, colocándola como si de la cámara de los lores se tratase. Me hubiese gustado ver mi propia cara cuando anduve desubicado durante un par de minutos buscando un sitio que cumpliese mis necesidades. No lo encontré y tuve que sentarme con el resto de mis compañeros de la última fila en un sitio bastante desagradable (la verdad es que estuve estudiando el problema durante un rato y creo que he encontrado el lugar idóneo para la próxima ocasión). Supuestamente la nueva disposición era para fomentar el diálogo, aunque yo la utilicé para observar al resto de compañeros y las nuevas adquisiciones de plantilla.
¿Qué observé? Los comportamientos que se pueden dar en cualquier aula. La pareja de chicas sentadas juntas y haciéndose confidencias mientras sonríen, la que se queda dormida, el que se dedica a jalear a sus compañeros, el que se escuda en la espalda que tiene delante para hacer cualquier otra cosa menos atender, el que trama alguna broma y trata de liar al compañero, la que apunta lo que tiene que decir el valiente que ha hecho una pregunta que ella no se ha atrevido a hacer, el que copia para parecer que está atento, el que realmente está atento, etc.
¿En qué me convertí yo mismo? En un manojo de nervios inquieto y aburrido (tardé en mirar el reloj sólo 25 minutos). Jugando con todo lo que tenía en los bolsillos e iniciando conversaciones con los que se sentaban a mi lado. Incluso tuve la desfachatez de darme la vuelta para hablar con el que estaba detrás mío (sí, el que aprovechaba mi espalda para hacer otras cosas).
En fin, "me compadezco de mis alumnos, ya que tienen que soportarme durante 50 minutos, todo un hito teniendo en cuenta que probablemente no me aguantaría a mi mismo ni 20".
Hoy en el afamado chuchality-show de "Los mundos de chuchi" hablaremos, porque no decirlo, de el claustro maldito.
ResponderEliminarUn claustro en el que se ve que Fredy tiene razon y que los funcionarios usan para charlar, mirarle la espalda a chuchi, o escribir estadisticas obviamente obvias. Es decir, se tocan las gónadas.
Hemos colado una cámara oculta en el claustro (uno de los nuevos profesores era nuestro cámara, si chuchi, si, ese que era joven y llevaba una camara ese era y no la anciana de historia como a priori pensaste). y ha grabado estas escalofriantes imágenes
http://www.youtube.com/watch?v=txOv7dM3xng&feature=fvsr
el video lo dice todo. Que vamos a esperar ahora, que adoren a WinBugs Hasta Lavista?
Por cierto, Xuxi, que cuuuuursos te has cogido?
y si, puedes decirlo, no es secreto, lo decis en el video-.-
jaja, dedicate a la literatura que se te da bien, eres como esos autores rusos que se leían antes: todo observación.
ResponderEliminar222 minutos no se lo cree nadie de este blog.
ResponderEliminar222 minutos es lo que has necesitado para escribir este pedazo tocho, lo que demuestra lo aburrido que estabas y las ganas que tienes de tener un claustro de verdad y no uno de tapeo por los bares.
Ladrillazo... jajaj.
ResponderEliminarAún espero el próximo post de estadísticas, que me da la sensación de que han subido las visitas bastante últimamente.
Por cierto, me acabo de dar cuenta de que todavía tienes mi página en los links, si quieres la puedes quitar que me la borraron hace un par de meses por dejar de pagar el alojamiento (la crisis y tener que comprar un micrófono de 200 euros... xDD).
Bueno chuchi, ¡nos vemos en el infierno! (en el insti la semana que viene xDD).
Un saludo.
¿Y de los pobres que te aguantan jugando a la pocha casi 2 horas, no dices nada?. Que desfachatez.
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