Pero primero, y siento repetirme, vamos a contextualizar el problema. Como profesor de Tecnología e Informática, tal vez el más cercano de todos los gurús de la tecnología que pululan por este blog a ese mundo real que nos rodea, me encuentro a diario con situaciones que me permiten contrastar mis valientes afirmaciones, que en ocasiones, vistos vuestros comentarios, parecen sacadas de la chistera de un fanboy convencido por la manzana agusanada.
Así que empecemos por el principio. La mayoría de los escolares de medio mundo se pelean día sí y día no con la siguiente definición de Tecnología:
"La tecnología es la aplicación coordinada de un conjunto de conocimientos (ciencia) y habilidades (técnica) con el fin de crear una solución (objeto o sistema tecnológico) que permita al ser humano satisfacer sus necesidades o resolver sus problemas."
Bien, en esto espero que estemos de acuerdo todos. La misión de la tecnología desde el primer objeto creado por la humanidad es facilitarnos la vida. Y yendo un poco más lejos, salvo que creamos que existe la magia o la acción divina, tendremos que admitir que la utilización de estos objetos, que en principio nos van a ayudar en nuestros quehaceres diarios, requieren una curva de aprendizaje para su utilización. Todos tuvimos que aprender en nuestra más tierna infancia a utilizar un cepillo de dientes o a atarnos los zapatos, procedimientos que en la actualidad nos parecen banales salvo que seas padre. Obviamente ambos son bastante más sencillos y menos peligrosos que aprender a nadar o andar en bicicleta, pero seguro que bastantes horas os llevó realizar semejantes hazañas.
Por lo tanto ya tenemos dos elementos en los que estamos todo el mundo de acuerdo: los objetos tecnológicos nos facilitan la vida y su utilización requiere una curva de aprendizaje.
Bueno, ahora cojamos otro objeto tecnológico más moderno y complejo que tengamos casi todos en nuestras casas (por eso de evitar que algún rarito me salgo con que no): una televisión. La hasta hace poco ventana al mundo. Uno de esos aparatos cuya forma de utilización es casi imprescindible para la mayoría de la población y que lleva con nosotros varias décadas. Al principio su funcionamiento era casi trivial, al igual que la radio (su antecesor tecnológico) constaba de un botón de encendido, una rueda giratoria que permitía sintonizar los diferentes canales y otra que permitía variar el volumen, mucho más fácil que atarse los zapatos.
Su siguiente evolución, la introducción de teclas individualizadas para cada canal y sus subsecuentes sintonizadores individuales escondidos en el interior del propio televisor, facilitó su utilización pero introdujo un nuevo elemento en la curva de aprendizaje, ya que para resintonizar un canal había que abrir una portezuela oculta en el propio televisor para acceder a la ruedas de sintonización (en
España con una única cadena nacional no era ningún problema salvo que trasladases el televisor a otra región).
La siguiente parada en el camino, dada la necesidad de poder emitir más canales de televisión, consistió en convertir los sintonizadores de televisión en multibanda, había llegado la socorrida
UHF. Pero al igual que pasó con la llegada de la
TDT hace poco, el trauma que surgió entre la población española durante la transición para adaptar los televisores viejos a la
UHF fue de órdago. Nadie comprendía la razón de que tuviese que comprar un adaptador cuando no utilizaba nueve de las diez teclas presentes en su televisor.
Después llegaría un accesorio maravilloso, el mando a distancia, que nos permitía cambiar de canal o variar el volumen sin tener que levantarnos del sillón. Nada que objetar. Llegamos a los
70 (voy a obviar el tema de los vídeos) y aparece en el mundo un nuevo complemento, el teletexto (en
España llegó en
1988), que al principio solo requirió una nueva tecla para acceder a él en el mando a distancia y cuyo funcionamiento era completamente intuitivo (lo de las teclas de colores de acceso rápido es una innovación posterior, pero comparte la misma filosofía).
Y después de todas estas innovaciones, que incrementaban el potencial de la televisión y tenían un fácil curva de aprendizaje, llegó la época del estancamiento. Y como había que vender televisores las empresas se liaron a implementar funciones nuevas de una dudosa utilidad. Los manuales que las acompañaban pasaron de ser unas meras referencias para su reparación a convertirse en largos listados que enumeraban los métodos para acceder a las nuevas funciones, mientras que al mismo tiempo los mandos a distancia se llenaban de teclas con oscuras funciones que enloquecían a sus usuarios. Baste como ejemplo este
manual de una
Philips Matchline como la que tenían mis padres, lleno de explicaciones imposibles de recordar
. Lo que antes era un dispositivo sencillo se había convertido en algo cuya curva de aprendizaje era excesiva.
¿Quién no ha mirada con incredulidad la pantalla en azul de su televisor después de pulsar sin querer una de esas teclas extra en su mando a distancia? ¿Quién no ha tenido que ir a rescatar a sus padres de semejante percance? Y poco más que decir sobre el tema, porque la era de la digitalización televisiva no ha hecho nada más que ahondar en el mismo problema, salvo porque ha trasladado la problemática desde el mando a distancia hasta ubicuos menús en pantalla. Y es en este momento donde voy a dar mi primer ejemplo real:
"Hace quince días me encontré a mi padre esperando a que de esas páginas múltiples que existen en el teletexto llegase hasta la que realmente quería leer. La verdad es que me quedé bastante sorprendido de que no supiese que los modernos televisores tienen una pequeña memoria donde almacenan completamente el teletexto en el momento de sintonizar el canal donde se encuentran y que para acceder a la página en cuestión bastaba con utilizar una de las teclas de dirección del mando a distancia. Lo que a mi y a la empresa que le vendió el televisor nos parecía intuitivo (en el manual que le entregó LG no hay ninguna referencia a esta función) para mi padre no lo era. Y no estoy hablando de un usuario cualquiera producto de la fractura digital, mi padre ha estado trabajando con ordenadores desde los tiempos del MS-DOS."
El problema fundamental es que en la actualidad se está abusando demasiado de lo que denominaríamos intuición digital, donde supuestamente todos los seres humanos nacemos dotados de una especie de conocimiento mágicamente obtenido para interpretar símbolos o parcos comandos. Casi ninguna empresa atiende a la curva de aprendizaje, casi todas dan por seguro que el usuario sacrificará tiempo tratando de aprender los simples atajos que han pergeñado si quiere utilizar su producto.
Y te estarás preguntando que tiene que ver todo esto con la era post-pc. Bueno, el PC u ordenador personal para los amigos, la verdadera revolución de los años 70, trajo la posibilidad de llevar la potencia de los grandes ordenadores que existían en empresas y universidades a los hogares. Visionarios como Bill Gates, Steve Allen, Steve Wozniak o Steve Jobs soñaron con eliminar de un plumazo decenas de objetos tecnológicos que llenaban casas y oficinas, con la misión de facilitar la vida de sus usuarios y llenaron sus creaciones de aplicaciones útiles que respondían a las necesidades de esa época: procesadores de texto (sustituyendo a las engorrosas máquinas de escribir), hojas de cálculo (sustituyendo a los escabrosos libros de contabilidad), bases de datos (sustituyendo a los mastodónticos ficheros), etc; pero que tenían como nexo común que no rompían demasiado con los objetos que venían a sustituir, la curva de aprendizaje seguía estando en la cabeza de todos. Pero aunque hicieron un trabajo encomiable y consiguieron en parte cumplir este sueño, llevando esos ordenadores personales a la mayoría de los hogares de occidente, al final la curva de aprendizaje era demasiado dura, la potencia que proporcionaban solo era accesible a unos pocos usuarios entendidos (entre los que nos encontramos todos nosotros). Al igual que pasaba con el ejemplo anterior, la fractura digital estaba servida. Esta última semana he tenido que enfrentarme a dos ejemplos de lo que digo:
"Para la exposición del 50º aniversario de mi instituto preparé un pequeño vídeo, que en las salas de exposiciones pasa a convertirse en un pretencioso contenido audiovisual. Obviamente tuve que instalar un proyector y un ordenador para poder mostrarlo. Pero claro, para que funcionase todos los días que estuviese la exposición abierta y estuviese apagado cuando ésta se cerrase necesitaba que los encargados de vigilar la exposición lo activasen al llegar y lo apagasen al marchar. La verdad es que automaticé el proceso al máximo, VLC instalado y programado para poner el único vídeo presente en el ordenador en bucle continuo. Pero el proceso requería que la persona encargado encendiese el ordenador, el proyector y los altavoces, además de acceder con doble clic al vídeo en cuestión, más otro doble clic para ponerlo a pantalla completa. Sencillo, vamos. Aunque dado que el proyector que estaba utilizando es el de mi propia clase quería que la lámpara sobreviviese a ese percance (como para pedirle a Wert que me pague una lámpara nueva), así que tuve a añadir que desconectasen el equipo 15 minutos antes de que acabase la exposición para evitar que ésta se dañase mientras se enfriaba. Y es este el momento que superé la curva de aprendizaje de los encargados, ya que implicaba que explicasen las mismas instrucciones a los siguientes encargados. Al final me tocó escribir todas la instrucciones en una hoja de papel, con dibujitos incluidos, además de hacer mención a las soluciones a los problemas más habituales que podían surgir".
"La semana pasada se me acercó una compañera con un par de pendrives en los cuales se le había borrado incomprensiblemente toda la información. Estaba realmente preocupada dado que había almacenado el trabajo de varios años en ellos sin preocuparse por hacer copias de seguridad. Nunca habían fallado y siempre los desconectaba con ese aforismo que dice con seguridad. Obviamente le dije que se tranquilizase dado que daba por supuesto que nos lo había formateado. Se trata de un concepto esquivo para la mayoría de la población y ni me molesté en preguntárselo. Después de pasar un software de recuperación a ambos pendrives recuperé la mayoría de la información, incluidos los virus y troyanos, y después de una limpieza se los devolveré cuando la vea. No tengo clara la causa de ese borrado doble aunque dudo que sea producto del antivirus vistos los elementos recuperados. Seguro que al menos aprende una lección de todo esto, las copias de seguridad nunca sobran para los documentos importantes".
El problema que subyace a estos dos ejemplos es que los ordenadores personales son herramientas muy útiles y muy potentes, pero en mor de esa potencia y la versatilidad incluyen infinidad de posibilidades o funciones que colisionan con las verdaderas necesidades de la gente corriente, que está constituida por personas que jamás harán el sacrificio en forma de tiempo que requiere la curva de aprendizaje para su correcta actualización.
Así que la era post-pc no va de sustituir a los ordenadores personales donde son verdaderamente útiles: empresas, universidades o usuarios particulares que estén dispuestos a hacer ese sacrificio en tiempo, dinero y aprendizaje; si no alejarlos de los hogares donde entraron para cumplir una misión determinada y fracasaron clamorosamente en cuanto no fueron capaces de simplificar suficientemente la curva de aprendizaje. Son equipos caros y difíciles de mantener en óptimas condiciones pero a la vez una inversión necesaria en cuanto casi todo gira actualmente en torno a Internet.
De ahí que la era post-pc partiese de un lugar inesperado, de la telefonía móvil, donde la sencillez extrema es necesaria (aunque algunos diseñadores de sistemas operativos móviles lo hayan olvidado) para acaparar el mercado al que va dirigida, todo el mundo. Al final la era post-pc va de ejemplos como los siguientes:
"Una abuela quiere charlar con su nieto que se encuentran de Erasmus en Alemania y con su tableta solo tiene que pulsar sobre un par de iconos para establecer la videoconferencia".
"Un alumno de medicina que quiere llevar todo los libros de su carrera siempre consigo y acceder a ellos con simples movimientos en su mano".
"Un padre que quiere un dispositivo bloqueado para que su hijo juegue en solitario de forma intuitiva".
"Una madre que quiere pasar una foto del chucho perdido por su hijo y crear un cartel de búsqueda para pegar por las calles".
"Un padre que quiere hacer una pequeña gestión bancaria, como por ejemplo una transferencia".
Y ninguno de ellos necesitará tener instalada una herramienta tan potente y complicada como Microsoft Word, que permite realizar sin despeinarse heroicidades como la siguiente (había que poner un vídeo para que podáis descansar de tanto leer):
Y llegará mucho más lejos, con usos que no nos podemos imaginar, pero que tendrán como nexo común una tableta, un teléfono móvil o un reloj inteligente. Los ordenadores, salvo en casos muy específicos, saldrán de los hogares para quedarse en granjas como las ovejas. Sus ventas decaerán lentamente al igual que hicieron otros objetos tecnológicos imprescindibles hasta hace poco como los vídeos, los walkman, etc. Y sino que se lo pregunten al expresidente de ACER o a Michael Dell. Ahora se trata de reconvertirse o morir en un mercado que ha empezado su lento declive desde soñar que tenían a todo el mundo como potenciales compradores a tener que satisfacer las necesidades específicas de usuarios como vosotros, que para nada respondéis al perfil de usuario al que se refería Steve Jobs con la era post-pc.
Por cierto, aviso a navegantes, normalmente en un negocio en declive como el que estoy pronosticando hay una época de saldos donde se pueden adquirir gangas a precios increíbles (probablemente los próximos 5 años), pero al acabar ésta y reducirse drásticamente tanto los actores del mercado como las economías a escala que utilizaban para competir entre ellos, los precios se incrementarán. Por ejemplo, no habéis notado que la progresión de los discos duros en capacidad y precio se ha ralentizado. Por un modelo de igual capacidad al mío, comprado hace 2 años y medio, Western Digital me pide el mismo precio (solo han incrementado la velocidad de los puertos de conexión).
En fin, "la era post-pc va de barrer de los hogares a los ordenadores personales, no de sustituirles en trabajos que requieran potencia, versatilidad o seguridad. Y va a ocurrir en cuanto su propuesta tiene una curva de aprendizaje mucho más asequible para la mayoría de los mortales que la de la de los ordenadores personales. !Qué lluevan las críticas!".