Apatrullando el aula

Siempre hay mal que por bien no venga. En más de una ocasión he criticado en este blog la LOMCE en este blog duramente. Por no dejar de hacerlo, no vaya a ser que se me califique de chaquetero, voy a darte antes de entrar en materia una interpretación alternativa de su nombre: "Ley de Ordeno y Mando de la Conferencia Episcopal". Pero hoy voy a centrarme en un oscuro cambio que ha sufrido durante su tramitación en el Senado. Desde su publicación en el BOE los profesores y equipos directivos de los centros tendrán la consideración de autoridad pública.

Ya sé que suena más a una especie de superpoder cutre o a una cualidad especial de una hoja de personaje de rol. Pero nada más lejos, al fin voy a poder disfrutar de algo que sólo estaba al alcance de las Fuerzas de Seguridad y los notarios.

Para el que no lo sepa, conlleva disfrutar de la presunción de veracidad iuris tantum (mola utilizar el latín para estas cosas, le da más raigambre al asunto), lo que significa que, en caso de conflicto o de enfrentamiento en un tribunal, serán los padres o los alumnos los que deberán probar lo contrario de los hechos que haya establecido el profesor o el colegio. Y es más, ante lo dicho por uno de estos, la Fiscalía podrá entrar de oficio a defender la causa, descargando al docente de la burocracia.

O sea, que me veo circulando por el aula como si fuese Torrente. A ver qué alumno se atreve a toserme ahora. Lo de la agresión estaba descartado por razones obvias hace tiempo en mi caso particular, en más de una ocasión me siento como Gargamel en un musical de los pitufos.

En fin, "algo bueno tenía que salir de Wert, aunque seguramente se circunscriba a mi centro docente, no me veo apatrullando la ciudad con mi nuevo superpoder. Por cierto, si el conflicto es con un notario o un policía cuyo hijo se encuentre en el centro, ¿quién se impondría en el juicio? Esto de tener que saber derecho para educar es muy lioso".