Un nuevo debate ha animado a la comunidad escolar últimamente. Se trata de la reforma del calendario escolar. Gracias a las transferencias a las comunidades autónomas nos encontramos con la divertida situación de que cada comunidad autónoma tiene un decreto distinto sobre éste. Es decir, en cada una de ellas el curso empieza y acaba en días distintos, así como que tienen distinto número de días lectivos.
De todas formas, dentro de este guirigay siempre ha habido cierta uniformidad en considerar que el principio de curso se encuentre hacia mediados de Septiembre y el final en la última semana de Junio. Esto creo que es una clara reminiscencia del calendario precedente que era dictado por el difunto Ministerio de Educación y Ciencia.
En estos momentos cada una de estas comunidades autónomas se preparan a establecer diferentes calendarios, atendiendo en la mayor parte de las ocasiones a sus propias necesidades. Si ya era difícil acomodar a un estudiante procedente de otra comunidad autónoma a las diferencias de currículo, ahora además tendremos que habituarlo a un ritmo distinto de evaluaciones, con el perjuicio pedagógico extra que esto implica.
En los diferentes sectores del mundo educativo resuenan tambores de guerra sobre las diferentes opciones que se presentan: semana blanca, adelantamiento de los exámenes de Septiembre a Julio, cursos de refuerzo en verano, comienzo del curso el 1 de Septiembre, etc.
Pero lo que tengo claro es que cambiar unos días de fiesta en otros o introducir una semana blanca en Febrero no va cambiar radicalmente la problemática del calendario escolar de ninguna comunidad autónoma. Ya que ésta radica en que este calendario lleva el mismo ritmo lunar que su paralelo en el mundo laboral. Hasta que no abandonemos la referencia explícita a las fiestas religiosas para su confección, nunca seremos capaces de construir un calendario escolar verdaderamente coherente con su función plenamente pedagógica, algo que olvidan a menudo las asociaciones de padres, sindicatos y consejerías de educación.
En fin, mi consejo puede parecer radical, pero la mejor medicina para éste debería ser copiar el sistema francés con alguna pequeña variante que mantuviese las fiestas religiosas como simples fiestas, como puede ser la fiesta de un pueblo. Por lo tanto propongo lo siguiente:
Con éste método tendríamos cinco evaluaciones de 8 semanas y 3 días, a las que sumando otras dos para exámenes finales y recuperación, y otra para la ineludible semana cultural, nos dejarían con 45 semanas lectivas y 7 de vacaciones de verano.
Este sistema provocaría que dejara de ser una quimera la famosa evaluación continua. Además el acoplamiento con la nueva Universidad sería exitoso al bastar con hacer simplemente 4 evaluaciones en 2º de Bachillerato.
Bueno, lo dejo por hoy. "Está claro que este tipo de elucubraciones están dentro de mi perseguida Ucronía educativa".
En estos momentos cada una de estas comunidades autónomas se preparan a establecer diferentes calendarios, atendiendo en la mayor parte de las ocasiones a sus propias necesidades. Si ya era difícil acomodar a un estudiante procedente de otra comunidad autónoma a las diferencias de currículo, ahora además tendremos que habituarlo a un ritmo distinto de evaluaciones, con el perjuicio pedagógico extra que esto implica.
En los diferentes sectores del mundo educativo resuenan tambores de guerra sobre las diferentes opciones que se presentan: semana blanca, adelantamiento de los exámenes de Septiembre a Julio, cursos de refuerzo en verano, comienzo del curso el 1 de Septiembre, etc.
Pero lo que tengo claro es que cambiar unos días de fiesta en otros o introducir una semana blanca en Febrero no va cambiar radicalmente la problemática del calendario escolar de ninguna comunidad autónoma. Ya que ésta radica en que este calendario lleva el mismo ritmo lunar que su paralelo en el mundo laboral. Hasta que no abandonemos la referencia explícita a las fiestas religiosas para su confección, nunca seremos capaces de construir un calendario escolar verdaderamente coherente con su función plenamente pedagógica, algo que olvidan a menudo las asociaciones de padres, sindicatos y consejerías de educación.
En fin, mi consejo puede parecer radical, pero la mejor medicina para éste debería ser copiar el sistema francés con alguna pequeña variante que mantuviese las fiestas religiosas como simples fiestas, como puede ser la fiesta de un pueblo. Por lo tanto propongo lo siguiente:
- 6 semanas de clase
- 1 semana de exámenes para los alumnos
- 3 días de evaluaciones para los profesores
- 10 días de vacaciones para los alumnos
- 1 semana de vacaciones para los profesores
Con éste método tendríamos cinco evaluaciones de 8 semanas y 3 días, a las que sumando otras dos para exámenes finales y recuperación, y otra para la ineludible semana cultural, nos dejarían con 45 semanas lectivas y 7 de vacaciones de verano.
Este sistema provocaría que dejara de ser una quimera la famosa evaluación continua. Además el acoplamiento con la nueva Universidad sería exitoso al bastar con hacer simplemente 4 evaluaciones en 2º de Bachillerato.
Bueno, lo dejo por hoy. "Está claro que este tipo de elucubraciones están dentro de mi perseguida Ucronía educativa".
Me parece bien; mientras no pretendas que el curso comience en junio y se extienda hasta el 29 de febrero o cosas asi, todo bien.
ResponderEliminarhola chuchi
ResponderEliminarpues aunque el sitema actual de vacaciones no sea muy bueno, prefiero quedarme con el. eso viene a ser ke como otros metodos que se hablan de implantar, como la famosa semana blanca, vienen de otros paises mas al norte, como es el caso de francia, y con un clima, una forma de vida, y un programa de estudios completamente diferentes.
esto es, que no se puede estar en invierno, con el frio, parados sin hacer nada, y luego en verano currando, sobre todo en el sur, como andalucia, que si ya empiezan y acaban el curso mal por el sol y el calor, con el nuevo programa que se empezaria antes y se acabaria despues, ya ni te cuento. y en el resto de españa, se notaria el cambio en profesorado y alumnado, ya que menos vacaciones "largas" para descansar bien, y esas semanas blancas, y dias ai sin ton ni son y demas, los profesores a corregir y los alumnos a estudiar, por lo que en realidad serian como puente, que estan ai para avanzar trabajo acumulado.
en definitiva, dentro de lo que se quiere implantar, incluyendo lo que esta, todo es malo, y hay que elegir lo menos malo, que demomento, en españa por la mera razon climatica, entre muchas otras, es la que mejor se adapta a la forma de vida y la organizacion de la educacion que hay en vigor
aaaaa, y yo no votaria a tu programa de vacaciones por la razon de que es muy poco tiempo para dar temario, examinar y corregir. tendria que haber clases mañana y tarde, y acabariamos agotados todos y con un peor rendimiento, ya que no habria tanto tiempo para estudiar, por un lado, y corregir examenes por otro
un abrazo