De los escritores fundamentales de la ciencia ficción el más controvertido siempre ha sido Robert A. Heinlein (la A es la abreviatura de Anson). Tachado de fascista en innumerables veces por la crítica más retrograda, a mi entender constituye uno de los pilares fundamentales del individualismo dentro de la ciencia ficción norteamericana. Hoy voy a comentar una de sus novelas más desconocidas, de las que se suelen considerar obra menor y que ya se encuentra dentro del ámbito de ciencia ficción ucronizada. Estoy hablando de "Puerta al verano" (1956).
Robert A. Heinlein (1907-1988) siempre es citado dentro del grupo de los cuatro mejores escritores de ciencia ficción de todos los tiempos junto con Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Philip K. Dick. Fue uno de los pocos escritores de este género que trabajó simultáneamente tanto en novelas juveniles como en novelas series, triunfando en ambos ámbitos. Larga ha sido la discusión sobre el perfil político de este autor, considerado ultraderechista por unos rayando el fascismo es considerado por otros uno de los primeros escritores liberales del género (yo me encuentro entre estos). Pero por delante debe quedar que ganó el premio Hugo en cuatro ocasiones: "Estrella doble" (1956), "Starship Troopers, Tropas del espacio" (1959), "Forastero en tierra extraña" (1961) y "La Luna es una cruel amante" (1966). Además también ha ganado dos Retro Hugo honoríficos por su novela "El granjero de las estrellas" (1950) y el relato "El hombre que vendió la Luna" (1950). Todo esto significa que fue un autor muy valorado por sus propios compañeros.
Otras novelas interesantes de este autor son: "Cadete del espacio" (1948), "Amos de títeres" (1951), "Ciudadano de la galaxia" (1957), "Los hijos de Matusalén" o "Las 100 vidas de Lazarus Long" (1958), "Hija de Marte" (1963), "Tiempo para amar" (1973) y "El número de la bestia" (1979). Además también publicó 59 relatos y 16 colecciones de relatos cortos.
El argumento de la novela que hoy nos ocupa es el siguiente:
"Dan Davis, diseñador de ingenios robóticos, es congelado por sus socios durante treinta años con un puñado de acciones de su empresa en la cartera; despertará en una sociedad mucho más avanzada, gracias a sus diseños, pero en la cual los llamados "durmientes" no están bien considerados. Al fracasar con su adaptación a la nueva era, comienza con la búsqueda de una solución a su problema, como buen ingeniero que es. Al fin encuentra la solución: retroceder en el tiempo para realizar las modificaciones necesarias para mejorar su vida. Lo que no sabe es el gran abanico de posibilidades que se le abren al realizar este viaje."
Cuando me enfrento a una novela como ésta, que se encuentra completamente desfasada, lo primero que hago es ponerme en el contexto tecnológico de la época y las suposiciones que puede haber hecho el autor sobre el futuro. Esto evita que considere risible cualquiera de las dos épocas citadas en la novela: 1970 y 2000.
En principio la novela es bastante buena en cuanto al planteamiento que hace, aunque en ella perdura aún ese tufillo juvenil que impregnaba a las primeras novelas serias de este autor. Es curioso como es capaz de combinar tres recursos tan habituales dentro del género como son: el viaje en el tiempo, la robótica y la crionización; en una pequeña novela de 218 páginas.
Resaltar también lo humorístico que resultan los nombres de los diferentes modelos de robots en la traducción al castellano.
Lo mejor:
Lo peor:
Como siempre, cierro con el primer párrafo de la novela: "Un invierno, poco antes de la Guerra de Seis Semanas, mi gato, Petronio el Árbitro, y yo vivimos en una vieja granja de Connecticut. Dudo que la granja siga allí, ya que se hallaba situada cerca del área de tiro cercana a Manhattan, y esas construcciones de viejo armazón arden como papel de seda. Pero aunque siguiera en pie no sería utilizable como vivienda, debido a los derribos. Pero a Pet y a mí nos gustaba. La falta de agua corriente hacía que el alquiler fuese bajo, y lo que antes había sido el comedor tenía una buena luz del norte para mi mesa de diseño".
Otras novelas interesantes de este autor son: "Cadete del espacio" (1948), "Amos de títeres" (1951), "Ciudadano de la galaxia" (1957), "Los hijos de Matusalén" o "Las 100 vidas de Lazarus Long" (1958), "Hija de Marte" (1963), "Tiempo para amar" (1973) y "El número de la bestia" (1979). Además también publicó 59 relatos y 16 colecciones de relatos cortos.
El argumento de la novela que hoy nos ocupa es el siguiente:
"Dan Davis, diseñador de ingenios robóticos, es congelado por sus socios durante treinta años con un puñado de acciones de su empresa en la cartera; despertará en una sociedad mucho más avanzada, gracias a sus diseños, pero en la cual los llamados "durmientes" no están bien considerados. Al fracasar con su adaptación a la nueva era, comienza con la búsqueda de una solución a su problema, como buen ingeniero que es. Al fin encuentra la solución: retroceder en el tiempo para realizar las modificaciones necesarias para mejorar su vida. Lo que no sabe es el gran abanico de posibilidades que se le abren al realizar este viaje."
Cuando me enfrento a una novela como ésta, que se encuentra completamente desfasada, lo primero que hago es ponerme en el contexto tecnológico de la época y las suposiciones que puede haber hecho el autor sobre el futuro. Esto evita que considere risible cualquiera de las dos épocas citadas en la novela: 1970 y 2000.
En principio la novela es bastante buena en cuanto al planteamiento que hace, aunque en ella perdura aún ese tufillo juvenil que impregnaba a las primeras novelas serias de este autor. Es curioso como es capaz de combinar tres recursos tan habituales dentro del género como son: el viaje en el tiempo, la robótica y la crionización; en una pequeña novela de 218 páginas.
Resaltar también lo humorístico que resultan los nombres de los diferentes modelos de robots en la traducción al castellano.
Lo mejor:
- La relación especial que mantiene Dan Davis con su gato, Petronio el Árbitro.
- La forma en que venden las compañías de seguros el concepto del interés compuesto a sus clientes.
- La forma en que se creo la crionización.
- La droga utilizada por Belle para inmovilizar a Dan Davis.
- El viaje en el tiempo basado en el azar.
- La posibilidad de un relación con una menor gracias a la crionización.
- La tecnología basada en válvulas de vacío y el contraste con la tecnología del año 2000.
- Los problemas de adaptación de un "durmiente".
Lo peor:
- La paradoja temporal es un poco chapucera.
- La elección de los nombres de los asistentes robóticos podría ser mejor.
- Falta definir mejor algunos personajes.
Como siempre, cierro con el primer párrafo de la novela: "Un invierno, poco antes de la Guerra de Seis Semanas, mi gato, Petronio el Árbitro, y yo vivimos en una vieja granja de Connecticut. Dudo que la granja siga allí, ya que se hallaba situada cerca del área de tiro cercana a Manhattan, y esas construcciones de viejo armazón arden como papel de seda. Pero aunque siguiera en pie no sería utilizable como vivienda, debido a los derribos. Pero a Pet y a mí nos gustaba. La falta de agua corriente hacía que el alquiler fuese bajo, y lo que antes había sido el comedor tenía una buena luz del norte para mi mesa de diseño".
Hola Chus, ¡Cuanto tiempo! Me he hecho un adicto a tu blog, lo reconozco. Heinlein es una autor fantástico e imperecedero dentro de la ciencia ficción. Este verano cayó en mis manos "El granjero de estrellas", de lectura sencilla y tremendamente adictivo. Me acuerdo también del libro que su señoría me prestó tiempo ha... "Forastero en tierra extraña" Desconocía la existencia del libro que reseñas hoy, pero ya me ha entrado el gusanillo (lo has vendido bien "joío") y pasa a engrosar la lista de mis próximas adquisiciones.
ResponderEliminarUn saludo.
ainnss lo que me gusta la ciencia ficcion cuando esta encerrada entre dos tapas y folios.
ResponderEliminarA este autor no le he leido, pero desde luego, si tengo ocasión lo haré
Puedes considerar todo un logro que en 358 páginas corregidas solo te hayas encontrado con 110 faltas ortográficas.
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