En algunas ocasiones dentro de mi profesión hay que realizar tareas que nada o poco tienen que ver con la educación, dejando a parte los sinsabores de la burrocracia, mi enemigo más mortal, la de este fin de semana me está arrancando más de una sonrisa.
En los últimos años, al más puro estilo americano, se celebra en mi instituto la graduación de los alumnos del último curso. Se trata de un acto al que he conseguido evitar ir siempre. Diversas razones hay para ello, desde mi singular aprensión a este tipo de celebraciones sin significado alguno hasta tener que encontrarme con decenas de padres simultáneamente, además de su inapropiada duración, cerca de 2 horas y media duró la última según mis fuentes.
Mira tú por donde, este año me he dejado engañar para realizar una pequeña presentación electrónica para que corra de fondo durante tan señalado evento. En ella se verán un par de fotos de cada alumno, una actual y otra de su más tierna niñez. Y ahí está la razón de mi sonrisa, ya que las imágenes que me han facilitado son una diversidad pasmosa. Están aquellas tomadas con los móviles a altas horas de la madrugada (llevo más de un botellín de cerveza recortado) hasta las poses insólitas descargadas de una oscura cuenta del Facebook. Por otro lado, las infantiles tienen ese encanto de un pasado imposible de recuperar, con decenas de helados a medio derretir (supongo que era la fotografía de moda en esos tiempos en la gélida Ávila), motocicletas de plástico de tres ruedas, largas melenas al viento en las chicas y sosos cortes de pelo en los chicos, etc.
En fin, aunque sea una tarea extraña para mi puesto, simplemente espero que arranque más de una sonrisa en la susodicha graduación, "aunque por si acaso yo me voy a escaquear por sexta vez. No soportaría las miradas de los padres analizando al milímetro mi pobre trabajo y aun menos sus comentarios".
Mira tú por donde, este año me he dejado engañar para realizar una pequeña presentación electrónica para que corra de fondo durante tan señalado evento. En ella se verán un par de fotos de cada alumno, una actual y otra de su más tierna niñez. Y ahí está la razón de mi sonrisa, ya que las imágenes que me han facilitado son una diversidad pasmosa. Están aquellas tomadas con los móviles a altas horas de la madrugada (llevo más de un botellín de cerveza recortado) hasta las poses insólitas descargadas de una oscura cuenta del Facebook. Por otro lado, las infantiles tienen ese encanto de un pasado imposible de recuperar, con decenas de helados a medio derretir (supongo que era la fotografía de moda en esos tiempos en la gélida Ávila), motocicletas de plástico de tres ruedas, largas melenas al viento en las chicas y sosos cortes de pelo en los chicos, etc.
En fin, aunque sea una tarea extraña para mi puesto, simplemente espero que arranque más de una sonrisa en la susodicha graduación, "aunque por si acaso yo me voy a escaquear por sexta vez. No soportaría las miradas de los padres analizando al milímetro mi pobre trabajo y aun menos sus comentarios".
yo salgo ahiiiiiiiiii
ResponderEliminarMuy bonita las fotos, me han gustado mucho.
ResponderEliminarVideo premiere del nuevo Dr. Who con la cabina (No es Chuchi)
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=gyICtcXdzbg
A mi también me han gustado las fotos. Sobre todo la de Chuchi comiendo un helado medio derretido subido una motocicleta de plástico de tres ruedas (medio aplastada del peso) y con la melena al viento de la gélida Benavente.
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