El profesor cinta

El otro día con la llegada del postergado final del walkman me acordé de una anécdota de mis tiempos de estudiante: el profesor cinta. En más de una ocasión me ha llamado la atención aquellos profesores que parecían saberse de memoria el temario y eran capaces de enganchar una clase con otra como si de un continuo se tratase (aun con semanas de diferencia).

Bueno, aunque se dice que en la actualidad nuestros alumnos son los más sociales de toda la historia, creo que nunca han llegado a conseguir el momento colaborativo que alcanzamos en mis tiempos estudiantiles. A modo de experimento engañamos a uno de estos profesores (quién iba a decir que en la actualidad sea uno de los diputados de nuestro agraciado Congreso) diciéndole que cierto apartado de un tema no nos lo había dado. De entrada se trataba del inicio de la última clase que nos impartió. Obviamente para que el engaño funcionase nos tocó volver a copiar los apuntes correspondientes en nuestros cuadernos (sí, hace 16 años tomábamos en el instituto apuntes como si fuésemos copistas medievales).

Créeme cuando te digo que el hombre clavó la clase tanto en ritmo como en anécdotas (lo de interrumpir la clase con bobadas estaba fuera de lugar en esos tiempos), semejando nuestros apuntes una fotocopia de la hoja anterior.

Desde luego, con mis míticas pérdidas de memoria, que la mayoría de mis amigos sufren en silencio, pensar que me convertiría en un profesor cinta era impensable. Pero está claro que el acto de la repetición (12 primeros de la ESO en siete años) al fin ha conseguido que memorice mis clases, transformándome en el objeto de mi experimento juvenil y provocando que pueda ser presa del mismo experimento. "Aunque lo dudo, ya que llevo poniendo los mismos exámenes 7 años y los alumnos nunca se han aprovechado de semejante tesitura (espero que este comentario sirva para que se salve alguno más la semana que viene)".