En toda mi vida solo he tenido dos compañeros de piso. El segundo, con el que viví unas pocas semanas y asiduo lector de este blog, mejoró ostensiblemente mi nivel de inglés, el cual pasó de inexistente a inútil funcional gracias a las largas sesiones de anime en japonés subtitulado en inglés que compartíamos así como a que el único canal que estaba sintonizado todo el día en la televisión era el BBC News (salvo en un extraña ocasión, que por alguna razón que me es esquiva en estos momentos, terminamos adentrándonos en el oscuro subgénero de la ciencia ficción católica). Por cierto, el plato de la casa, como no podría ser de otra manera, era la famosa Torta del Casar.
El primero, con el cual conviví un año entero, a parte de demostrarme que se puede hacer y consumir tiramisú a cualquier hora del día, la noche y la madrugada siempre y cuando no estuviese practicando su hobby favorito, dormir, me introdujo en el extraño mundo de Wilt, una de las sagas más irreverentes de la literatura inglesa perpetrada por Tom Sharpe y razón última de que esté utilizando este lenguaje en estos momentos (pido perdón por adelantado si alguno de los dos se ha sentido herido por estas descripciones tan locuaces, pero obviamente iba buscando un estilo que se acomodase a lo que viene a continuación).
Bueno, Tom Sharpe nos ha abandonado hoy a los 85 años de edad y quería rendirle homenaje dejándote aquí un pequeño extracto de su personaje más emblemático, Wilt, relacionado con la educación:
"El director estaba sentado en su escritorio y miraba a Wilt incrédulo.
—¿Ascenso? —preguntó—. ¿Ha pronunciado usted la palabra «ascenso»?
—Así es —dijo Wilt—. Y más aún, dije «Jefe del Departamento de Humanidades».
—¿Después de todo lo que ha hecho usted? ¿Es posible que tenga el descaro de entrar aquí y exigir que le nombren jefe del Departamento de Humanidades?
—En efecto —confirmó Wilt.
El director pugnaba por encontrar palabras que correspondiesen a sus sentimientos. No era fácil. Delante de él estaba sentado un hombre que era responsable de la serie de desastres que habían puesto fin a sus esperanzas más ardientes. La Escuela ya nunca sería un instituto politécnico. El rechazo del título conjunto significaba precisamente eso. Y luego, la publicidad adversa, el recorte del presupuesto, sus luchas con el Comité de Educación, la humillación de que le llamaran el director de la Escuela de los Jodemuñecas...
—¡Queda usted despedido! —gritó.
Pero Wilt sonrió.
—Me parece que no —dijo—. Aquí tiene usted mis condiciones...
—¿Sus qué?
—Condiciones —dijo Wilt—. A cambio de que se me nombre jefe del Departamento de Humanidades, no iniciaré acción legal alguna contra usted por despido injusto, con toda la publicidad aneja que eso entrañaría. Retiraré asimismo mi demanda contra la policía por detención ilegal. No firmaré, además, el contrato que tengo aquí con el Sunday Post para una serie de artículos sobre el verdadero carácter de las Artes Liberales... me propongo calificarlas de Exposición a la Barbarie. Cancelaré las conferencias que había prometido dar en el Centro de Educación Sexual. No apareceré el domingo próximo en el programa de televisión Panorama. Abjuraré, en resumen, de todos los placeres y satisfacciones de la notoriedad...
El director alzó una mano temblona.
—Basta —dijo—. Veré lo que puedo hacer.
Wilt se levantó.
—Comuníqueme su decisión a la hora de comer —dijo—. Estaré en mi despacho.
—¿Su despacho? —dijo el director.
—El que pertenecía al señor Morris —dijo Wilt, y cerró la puerta.
El director cogió el teléfono. No había la menor duda de que las amenazas de Wilt iban completamente en serio. Tendría que darse prisa. Wilt bajó al Departamento de Humanidades y se puso a mirar los libros de las estanterías. Tenía pensados algunos cambios. Desaparecería El señor de las moscas. Y con él, Shane, Mujeres enamoradas, los Ensayos de Orwell y El guardián en el centeno, síntomas todos ellos de condescendencia intelectual, inconexos gusanos de sensibilidad. En el futuro, Instaladores de Gas Uno y Carne Dos aprenderían el cómo de las cosas y no el porqué. Aprenderían a leer y a escribir. A fabricar cerveza. A malgastar las devoluciones de las retenciones por el impuesto sobre la renta. A tratar con la policía en caso de detención. A hacer funcionar bien un matrimonio incompatible. Wilt daría él mismo las dos últimas clases. Los miembros del Departamento pondrían objeciones, amenazarían incluso con la dimisión. Pero daría lo mismo. Él aceptaría muy satisfecho las dimisiones de quienes se opusieran a sus ideas. Después de todo, no hacía falta un título de licenciado en literatura inglesa para enseñar a hacer algo a Instaladores de Gas. Bien pensado, los alumnos le habían enseñado más de lo que de él habían aprendido. Mucho más. Entró en el despacho vacío del señor Morris, se sentó a la mesa, y redactó un memorándum dirigido a los miembros del Departamento de Humanidades. El encabezamiento era: «Notas sobre un sistema de autoenseñanza para las clases de formación profesional.» Acababa de escribir «no jerárquico» por quinta vez cuando sonó el teléfono. Era el director.
—Gracias —dijo el nuevo jefe del Departamento de Artes Liberales."
En fin, creo que la mejor forma de homenajear a este vibrante autor es darle una oportunidad a su obra durante las próximas vacaciones veraniegas. Por cierto, "es triste decirlo, pero mientras Wilt consiguió su jefatura de departamento torturando a una muñeca hinchable, un servidor la consiguió por imperativo legal. Así de aburrida es mi vida".
Uno de los libros con los que más me he reído. Imprescindible. Y gran final (para los dos ;) ). Un abrazo!
ResponderEliminarTomo nota.
ResponderEliminarHe de decir, que no he leído demasiado de este hombre, siempre esta en mi lista de debes y se que pierdo, pero la vida es taaaaan corta
ResponderEliminarMuy buen libro, muy divertido. Una auténtica pena la muerte de este hombre...
ResponderEliminarOtro a la saca de libros por leer...
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