La administración en su persecución de plasmar los valores democráticos en todos sus estamentos, incluidos aquellos donde no le interesa ceder su poder, es capaz de perpetrar los mayores desaguisados. Hoy he asistido a uno de ellos.
Dado que en mi instituto estamos en pleno proceso de renovación de equipo directivo (la causa de ello es una reclamación de un sindicato desalmado), tenemos la obligación de seguir un cierto procedimiento establecido para tal circunstancia. Obviamente no tenemos la posibilidad de enfrentarnos de ninguna forma a la legislación vigente.
Entre las sandeces que establece está la elección de una comisión que debe valorar los proyectos presentados (traducido al cristiano, lo que piensa hacer el nuevo director) y ponerles una nota (esto está muy en línea con nuestra profesión, que últimamente no consiste en educar sino en evaluar). Es algo así como elegir entre los policías a los componentes de asuntos internos (aunque me gusta más el término Santa Inquisición, que es mucho más patrio).
Por extraño que parezca, esta comisión está compuesta por cuatro profesores, un padre y un alumno. Dejando a parte las capacidades de estos dos últimos para evaluar un proyecto educativo de cuatro años. Lo más simpático de todo esto es que dos de los profesores los elige la administración a dedo y los otros dos el claustro del instituto.
Me voy a fijar en estos dos últimos. Podrías pensar que se presentan voluntarios y se vota al mejor de ellos. ¡Pues no! Lo que se hace es dar a cada profesor una papeleta con todos los nombres de los profesores del instituto donde debe tachar dos. Da lo mismo la situación en que se encuentre el profesor en cuestión: ser maestro (no pueden presentarse a ser director), estar en expectativa o en comisión de servicios (no suelen tener una idea global de funcionamiento del instituto o no permanecerán en el instituto los años sobre lo que trata el proyecto), o los pobres interinos (que probablemente no estén ni la semana que viene en el instituto).
¿Qué ha ocasionado este desastroso sistema impuesto por la administración? Que nos comportásemos como cuatreros que se encontrasen en un mal western con dos únicas balas en la recámara. Imagínate que despropósito ocurrió en el proceso. Dado que en la papeleta habían más de 120 nombres y no estábamos sujetos a ninguna directriz, los votos se fueron cruzando como en un tiroteo sin sentido. Resultado final: los dos ganadores obtuvieron 14 y 11 votos.
La verdad es que sería hilarante aplicar este sistema a toda España, "podrías salir elegido presidente del gobierno en el caso de tener un nombre divertido o un apellido jugoso".
Entre las sandeces que establece está la elección de una comisión que debe valorar los proyectos presentados (traducido al cristiano, lo que piensa hacer el nuevo director) y ponerles una nota (esto está muy en línea con nuestra profesión, que últimamente no consiste en educar sino en evaluar). Es algo así como elegir entre los policías a los componentes de asuntos internos (aunque me gusta más el término Santa Inquisición, que es mucho más patrio).
Por extraño que parezca, esta comisión está compuesta por cuatro profesores, un padre y un alumno. Dejando a parte las capacidades de estos dos últimos para evaluar un proyecto educativo de cuatro años. Lo más simpático de todo esto es que dos de los profesores los elige la administración a dedo y los otros dos el claustro del instituto.
Me voy a fijar en estos dos últimos. Podrías pensar que se presentan voluntarios y se vota al mejor de ellos. ¡Pues no! Lo que se hace es dar a cada profesor una papeleta con todos los nombres de los profesores del instituto donde debe tachar dos. Da lo mismo la situación en que se encuentre el profesor en cuestión: ser maestro (no pueden presentarse a ser director), estar en expectativa o en comisión de servicios (no suelen tener una idea global de funcionamiento del instituto o no permanecerán en el instituto los años sobre lo que trata el proyecto), o los pobres interinos (que probablemente no estén ni la semana que viene en el instituto).
¿Qué ha ocasionado este desastroso sistema impuesto por la administración? Que nos comportásemos como cuatreros que se encontrasen en un mal western con dos únicas balas en la recámara. Imagínate que despropósito ocurrió en el proceso. Dado que en la papeleta habían más de 120 nombres y no estábamos sujetos a ninguna directriz, los votos se fueron cruzando como en un tiroteo sin sentido. Resultado final: los dos ganadores obtuvieron 14 y 11 votos.
La verdad es que sería hilarante aplicar este sistema a toda España, "podrías salir elegido presidente del gobierno en el caso de tener un nombre divertido o un apellido jugoso".
filadelfio chindasvintio de wenceslao, presidente de las colonias :S:S:S:S
ResponderEliminaren fin, el sistema parece bastante idiota la verdad, pero ahora es tiempo de decisiones idiotas, y podemos encontrar de esa guisa en todos los estamentos politicos y sociales