Primeras impresiones sobre $#*! My Dad Says

Me imagino que a más de uno le habrá sorprendido el título del artículo de hoy y no sabrá a que serie me estoy refiriendo, ya que por estas tierras poco o nada se sabe de ella. Se trata de una de las apuestas más fuertes y arriesgadas de este año en la CBS, que gracias al arrastre que le proporciona The Big Bang Theory está promediando unos no despreciables 10 millones de espectadores.

¿Por qué digo que se trata de una de las apuestas más arriesgadas? Porque su génesis no tiene desperdicio: es la primera serie que se basa en un Twitter (ese pajarito juguetón azulado de ínfimas palabras). Sí, has leído bien. Está basada en el Twitter de Justin Halpern, shitmydadsays (el cual tiene cerca de dos millones de seguidores y es un verdadero éxito en los Estados Unidos), que recopila las frases lapidarias que le dedica su padre todos los días desde que volvió a casa después de quedarse en paro (era escritor de sitcom).

Ahora bien, te estarás preguntando porque me ha llamado la atención con semejantes antecedentes, pues por dos buenas razones:

1. La protagoniza mi querido William Shatner (Star Trek al poder), al cual le va como anillo al dedo el papel después de participar en Boston Legal.
2. Yo he sufrido en mis propias carnes el mismo castigo. Parte de mi formación como persona procede de la retahíla de refranes que me soltaba mi madre para cualquier situación que se me presentaba en la vida.

Bueno, vamos con la crítica. En principio la serie peca del mismo defecto que suelen tener las sitcom procedentes del otro lado del charco. Por muy cascarrabias que sea el personaje y por muy estrambótica que sea la situación que se plantee, al final del capítulo nos encontramos siempre con una moraleja que une más a la familia. Pero, por otro lado, ésta también recurre al mismo ritmo frenético que ha hecho triunfar a The Big Bang Theory. No importa la calidad media de los gags, sino como se encadenan velozmente éstos, lo cual provoca en el espectador un estado de descojono (perdón por la expresión) continuo.

Lo que en primera instancia podría convertirse en una simple declamación de máximas hilarantes inconexas, sin tensión ninguna, se ha transformado en una especie de bacanal impredecible donde todo es posible, con los giros más inesperados. Un ejemplo de lo que estoy diciendo sería una de las escenas más divertidas que se ha visto hasta el momento en la serie. En ella el padre, para no reconocer que en ocasiones incumple sus propias normas, llega a presentarse en el velatorio de un desconocido, haciéndose pasar por su amante secreto, y trata de esta guisa recuperar una chaqueta propiedad del hijo que lleva puesta el muerto dentro del ataúd. Simplemente alucinante.

Y, como siempre, lo bueno:

• El surrealismo palpable en cada situación.
• El uso sin complejos de toda clase de tópicos.
• El ritmo frenético, parece increíble que pasen tantas cosas en 20 minutos.
• La interpretación de William Shatner.
• El uso de referencias a anécdotas públicas previas de William Shatner o personajes que éste ha interpretado a lo largo de su carrera.

Y lo malo:

• La pareja formada por Vince y Bonnie no consigue dar por el momento el debido contrapunto.
• Las moralejas finales, innecesarias en un producto de esta década.

Ahora, sólo comprensible para audaces con los suficientes conocimientos de la lengua de Shakespeare, te dejo con algunos cortes completamente hilarantes (no los he encontrado en Youtube subtitulados y he tenido que recurrir a la página de la propia CBS, pido perdón por adelantado por la publicidad):

Por cierto, acabo de darme cuenta: ¡Qué extraña transformación ha sufrido España en los últimos 20 años! Cuando yo era joven, todos eramos adictos a las sitcom procedentes de los Estados Unidos. Nadie se perdía un capítulo de Cheers, MASH, Las chicas de oro o La hora de Bill Cosby (las cuales se emitían habitualmente en horarios de máxima audiencia). Ahora casi todas, incluyendo series con audiencias demoledoras en el otro lado del charco como The Big Bang Theory, se encuentran aparcadas en los últimos canales de la TDT, donde casi nadie llega, mientras las cadenas de cabecera se llenan de series incalificables de duraciones desmesuradas.

En fin, como ya es sabido, "cada país se merece la televisión que tiene".