En busca del error perdido

En cierta forma todos los físicos somos algo arrogantes (los matemáticos más aún, pero no voy a entrar en viejos debates). Es producto de nuestra formación como científicos en facultades donde nos enseñaron que las grandes teorías formuladas durante las dos últimas centurias son intocables. Hecho hasta el momento incontestable gracias a miles de experimentos que las confirman día a día, muchos de ellos realizados en los laboratorios de los institutos de secundaria.

La Termodinámica, la Mecánica Cuántica o la Teoría de la Relatividad son usadas como si fuesen Los diez mandamientos. De entrada cualquiera que intente publicar un artículo o proponga un experimento que se oponga a cualquiera de ellas se encuentra con un muro infranqueable de revisiones infinitas hasta que se encuentra el error que ha cometido. Así que mientras en revistas como Nature encuentran cabida artículos que atacan los paradigmas de la Evolución propugnada por Darwin, que no es capaz de explicar con soltura toda la historia de la vida en la Tierra (el clásico problema del salto entre las grandes extinciones), o la Cosmología Estelar es una especie de enjambre alocado donde nunca se sabe cual es la teoría predominante en cada momento por culpa de unas estrellas que son demasiado viejas (hasta se consideran factibles teorías tan peregrinas como la que propugna que el Universo es un inmenso holograma), en el caso de la aparición de móviles perpetuos o planteamientos que violan la infranqueable velocidad de la luz nunca dejan de ser interesantes divertimentos para los bloggers con ansias de conseguir más visitas. La mayor parte de los físicos parecen estar vacunados contra esta clase de trabajos gracias a la publicidad que se dio al mayor fake científico de la historia, la malograda Fusión fría (por cierto, ¿los lumbreras que publicaron semejante disparate aún seguirán recibiendo fondos para seguir investigando con sus plaquitas de paladio?).

De ahí que la bomba que parece que va a estallar mañana en el CERN en forma de charla técnica haya puesto a la mayoría de los físicos del planeta en una especie de espera ansiosa. Al parecer los científicos que trabajan en laboratorio de Gran Sasso (Italia) van a presentar unos resultados que atacan uno de los pilares básicos de la física moderna, la Teoría de la Relatividad de Einstein. Según sus resultados han encontrado neutrinos que se mueven mucho más rápido que la velocidad de la luz, algo simplemente imposible (ahí va volcada toda mi arrogancia como físico). Y no creas que los presentan para decir que Einstein estaba equivocado (nadie es tan arrogante) sino para que alguien encuentre el error sistemático que están cometiendo en las más de 1600 mediciones que han realizado, ya que semejante herejía les deja perplejos hasta a ellos mismos y en ningún momento la buscaron.

¿Cuál es la causa de este proceder tan inaudito en un mundo lleno de estupideces que encuentran siempre cabida en cualquier medio de comunicación? Pues porque en las facultades de Física lo primero que se enseña aun antes de estos pilares fundamentales es el cálculo de errores. El arma más importante que se utiliza para evaluar la validez de los resultados obtenidos en cualquier experimento. Por ejemplo, el otro día tomando una caña con Darkel recordé una anécdota del Laboratorio de Termodinámica donde el profesor que evaluaba los informes sabía hasta el octavo decimal el resultado que salía en cierto experimento. En el caso de no obtener ese resultado la bronca era de proporciones bíblicas (hasta vi llorar a un chica de 20 años por no haberlo obtenido).

Por lo tanto mañana cuando se hagan públicos esos resultados comenzará una desaforada carrera en todo el planeta para desacreditarlos, para encontrar ese error perdido, ya que la otra opción es simplemente inadmisible. "Sería algo así como el fin del mundo para los físicos tres meses antes de que llegue el 2012 por culpa de unos neutrinos que decidieron llegar a un laboratorio italiano antes de tiempo. Por cierto, curiosa analogía acaba de surgir".