Ya no sé que pensar. En primera instancia se intuye que la renuncia planteada por Donald Trump al histórico Tratado INF (acuerdo de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio) firmado en 1987 por Reagan y Gorbachov tiene que ver con cambiar la marea informativa con respecto al desbocado déficit presupuestario estadounidense y la surrealista resolución del caso Khashoggi planteada por Arabia Saudí, que no hay por donde cogerla. Pero también se hace cada vez más patente que pudo pasar algo más que una lluvia amarilla en ese hotel de Moscú, ya que la toma de decisiones por parte de Donald Trump cada vez parece más propia de un candidato de Manchuria exitoso (en mi caso siempre me quedaré con la versión de John Frankenheimer, "El mensajero del miedo" (1962)) que de un empresario extorsionado. En fin, "yo al menos tengo una cueva de granito cerca donde refugiarme por si la cosa se pone fea, ya que Donald Trump no lleva ni medio mandato en el poder, solo han pasado un año y 334 días desde que ganó las elecciones, y me cuesta imaginar que barbaridad hará cuando llegue la caravana de migrantes centroamericanos".
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