Nueva clase media

El soporte fundamental de cualquier economía capitalista desarrollada es su clase media. Es la masa que genera el consumo necesario para el buen funcionamiento de la economía y decide con su voto el partido que regirá el gobierno. Suele estar compuesta por funcionarios, profesionales, pequeños empresarios y empleados indefinidos de grandes corporaciones. Sus costumbres y hábitos son los que hacen en cierta forma la imagen de marca de un país (vamos, lo que se puede ver en los anuncios de la televisión).

Esta clase media, surgida de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, es el equivalente a la burguesía feudal. Está compuesta por personas cuya situación económica personal es desahogada, lo que les permite acceder a cierta clase de servicios que están vetados para el resto de la población.

La unidad familiar ideal de esta clase media sería: una pareja casada, con una pareja de chavales cuyas necesidades están cubiertas enteramente (incluida la futura Universidad), son propietarios de su casa (en caso de hipoteca, ésta no supone más del 30% del sueldo neto), tienen dos automóviles, no suelen privarse de nada siempre que no sea desorbitado, comprándolo además en las tiendas de toda la vida, etc.

Esta seguridad económica (estos son los que no han sufrido en su mayoría la crisis actual), les ha permitido dedicarse a digamos los placeres, ya sean intelectuales o físicos, que en principio estaban reservados a las clases altas. Las agencias de viajes está llenas de destinos especialmente diseñados para esta clase de gente. Son los que se van una semana a Euro Disney con sus hijos o hacen un crucero por el Mediterráneo. También sustentan compañías como Digital +, al permitirse gastarse unos 60-90 euros al mes en una televisión por satélite que apenas ven. Se plantean realizar reformas en casa como la de poner un suelo radiante por ejemplo. O financian un año de estudios en el extranjero de uno de sus hijos, o incluso le compran un piso en la ciudad donde están estudiando.

No debemos confundir esta clase media con el sustrato inferior, que es el que está sufriendo en sus propias carnes la crisis actual. Éste está compuesto por esas personas que confiaban en el milagro del ladrillo para vivir por encima de sus posibilidades, que utilizaban la tarjeta de crédito como si de una hucha sin fondo se tratase o pedían hipotecas no sólo sobre la casa, sino también sobre el coche. El ahorro para ellos era la compra de cualquier cosa que pudiese venderse con una ganancia y sus cuentas siempre lindaban peligrosamente con el cero absoluto. Digamos que eran los que querían pertenecer a la clase media, pero que sólo la alcanzaban por apariencia.

Bueno, la clase media está desapareciendo a pasos agigantados y va siendo sustituida por otro tipo de clase, compuesta por los hijos de la anterior. Es la que se está viniendo a llamar en algunos blogs la clase media low cost. Está compuesta por parejas de mileuristas que están teniendo problemas para romper el cordón umbilical que les une a sus adinerados padres. Sus cuentas son bastante comedidas, no suelen alardear con los amigos de sus posesiones, por contra pueden adoctrinarte sobre lo que ellos consideran dispendios innecesarios. Son urbanitas por necesidad, pero apenas se integran en sus comunidades de referencia. Sus círculos de amigos son cerrados y en su mayoría herencia de sus años de Universidad. Les encanta la variedad culinaria y la comida casera, pero afinan la cesta alimentaria al máximo, comportándose en las grandes superficies como lo hacían sus abuelas en las tiendas de ultramarinos, buscando la mejor oferta que se adapte a los gustos y necesidades del momento, o autoengañándose de que necesitan ese producto rebajadísimo en particular (no son inmunes a las técnicas más prehistóricas de publicidad, el juego del 99 les caza con facilidad). También son cosmopolitas. Usando sus amplios conocimientos de otros idiomas hacen pequeñas escapadas a las ciudades más importantes de Europa mediante los servicios de compañías como EasyJet. Aunque también pasan mucho tiempo en casa, dada su exigua economía, hecho que les provoca adicción a los muebles puzle de Ikea.

Por otro lado están bastante politizados e informados. Los movimientos protesta de este nuevo siglo: globalización, calentamiento global, homofobia, derechos humanos, hambrunas, guerras, etc; están en su agenda. Por contra, los asuntos más terrenales, como la política institucional o los problemas locales, les resbalan en demasía, alcanzando la desidia hacia el voto con prontitud. Contradicción que les convierte en una corriente de opinión dentro de España que hace mucho ruido pero muerde poco.

En fin, espero que nadie se haya sentido menospreciado por este pequeño retrato ya que para realizarlo he utilizado la situación actual de muchos buenos amigos. Si es el caso, "permitidme pediros disculpas por mi atrevimiento".