A caballo entre uno de los mal llamados ayuntamientos del cambio y otro de la utopía del PP (de la que hablaré largo y tendido en subsiguientes artículos) he vivido la segunda jornada de la futura primera investidura fallida de Mariano Rajoy. Un Mariano Rajoy que se presentó secundado por su fiel escudero, Hernando, más didáctico y socarrón que nunca. Da lo mismo que complicase un acuerdo histórico en Colombia, en el fondo se trata de una de esas ex-colonias que nada aportan en el mantenimiento de su estatus personal. Una disculpa de Margallo y ya está arreglado el problema. Lo único que cuenta es la realidad en la que vive Rajoy y el resto de sus correligionarios, llena de datos macroeconómicos y medias verdades. Un ejemplo de ello es ofrecer una paralización de la LOMCE cuando un servidor puede confirmar al encontrarse dentro del sistema que ya no hay nada que paralizar salvo un par de artículos referidos a la Formación Profesional Dual. Las reválidas ya entraron en vigor. Y el resto de medidas, propuestas y demás ralea utilizadas durante el debate tienen casi seguro el mismo problema. Pero da lo mismo, la historia le ha elegido, según él, para dirigir sine die los destinos de España y cualquier oposición a ello es fútil, infantil y antidemocrática. Así que sumamos un nuevo día "y ya van 4 años y 287 días de la interminable Era Rajoy".
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