Hoy voy a analizar lo que se llama una falsa ucronía, es decir, una novela que arranca en principio como un ucronía típica y que acaba como una novela de ciencia ficción en el sentido más clásico. Estoy hablando de "Darwinia" de Robert C. Wilson.
Robert C. Wilson es un escritor de ciencia ficción canadiense (aunque nació en California en 1953), ganador del premio Hugo en el año 2005 por su novela "Spin". A mi pobre entender es un autor algo sobrevalorado por la crítica, ya que su incipiente obra es bastante inferior a la de las tres grandes B: Benford, Brin y Bear.
"Darwinia", publicado en 1998, fue finalista del premio Hugo en el año que ganó "Por no mencionar al perro" de Connie Willis. El único premio que tiene en su haber es el Aurora (un premio menor, digamos de consolación).
Lo que más llama la atención de esta novela es su punto jumbar: ¿qué pasaría si en 1912 Europa es reemplazada por un nuevo y fascinante continente llamado Darwinia? La irrealidad de la situación fuerza un cambio dramático en la historia al desaparecer de un plumazo todas las antiguas potencias (bueno, algo que ha pasado de una forma más lenta con el devenir de los años, ya que los europeos cada vez pintamos menos en la nueva escena internacional). En el mundo de Darwinia sólo quedan tres grandes potencias: Estados Unidos, Japón y los estertores del viejo Imperio británico; que se lanzan desaforadamente a la conquista del viejo/nuevo continente.
A este hecho inusual se le ha denominado: "El Milagro"; que destruye sin piedad el incipiente reinado de la ciencia de la razón, dando pábulo a las viejas teorías creacionistas (¡qué curioso! Algo parecido a lo que está pasando actualmente en Estados Unidos con el "diseño inteligente", el creacionismo del siglo XXI).
En este contexto, un fotografo profesional llamado Guilford Law se une a una expedición científica para investigar el nuevo continente (al más puro estilo Arthur Conan Doyle). El transcurso de esta expedición, junto las historias paralelas de un oscuro espiritista llamado Elias Vale y la mujer e hija de Law, nos permitirá comprender los fundamentos de "El Milagro".
No cuento más, ya que mi política es no destripar el final de una novela. Como siempre cierro con lo mejor:
"Darwinia", publicado en 1998, fue finalista del premio Hugo en el año que ganó "Por no mencionar al perro" de Connie Willis. El único premio que tiene en su haber es el Aurora (un premio menor, digamos de consolación).
Lo que más llama la atención de esta novela es su punto jumbar: ¿qué pasaría si en 1912 Europa es reemplazada por un nuevo y fascinante continente llamado Darwinia? La irrealidad de la situación fuerza un cambio dramático en la historia al desaparecer de un plumazo todas las antiguas potencias (bueno, algo que ha pasado de una forma más lenta con el devenir de los años, ya que los europeos cada vez pintamos menos en la nueva escena internacional). En el mundo de Darwinia sólo quedan tres grandes potencias: Estados Unidos, Japón y los estertores del viejo Imperio británico; que se lanzan desaforadamente a la conquista del viejo/nuevo continente.
A este hecho inusual se le ha denominado: "El Milagro"; que destruye sin piedad el incipiente reinado de la ciencia de la razón, dando pábulo a las viejas teorías creacionistas (¡qué curioso! Algo parecido a lo que está pasando actualmente en Estados Unidos con el "diseño inteligente", el creacionismo del siglo XXI).
En este contexto, un fotografo profesional llamado Guilford Law se une a una expedición científica para investigar el nuevo continente (al más puro estilo Arthur Conan Doyle). El transcurso de esta expedición, junto las historias paralelas de un oscuro espiritista llamado Elias Vale y la mujer e hija de Law, nos permitirá comprender los fundamentos de "El Milagro".
No cuento más, ya que mi política es no destripar el final de una novela. Como siempre cierro con lo mejor:
- El primer tercio de la novela, donde el autor combina con cierta soltura el estilo de Arthur Conan Doyle con el de Philip K. Dick.
- La riqueza de la ecología de Darwinia.
- Los diálogos que enfrentan el darwinismo con el creacionismo.
- La descripción de los personajes y los detalles técnicos de la época.
Y lo peor:
- Los penosos y crípticos interludios que dan a lector una visión de conjunto de lo que realmente está pasando. Su entrada es demasiado abrupta.
- La falta de desarrollo del conflicto entre las potencias supervivientes (al igual que pasaba en "Roma eterna"). La guerra con Japón es una mera anécdota en la novela.
- El desarrollo tecnológico paralelo a nuestra historia, algo imposible si tenemos en cuenta la desaparición del viejo continente y el auge del fundamentalismo religioso (otro defecto compartido con "Roma eterna").
- El rapidísimo desenlace de una obra que debería tener otras 200 páginas para poder desarrollar las ideas planteadas. Entre ellas, la modificación paralela de Marte o las metamorfosis de ciertos personajes.
Se puede decir que es una obra de lectura obligada para los aficionados a las ucronías pero no para los de la ciencia ficción en general. Con el tiempo desaparecerá de las antologías al convertirse en una obra menor.
Cierro esta crítica con la manida frase de inicio de la novela: "Guilford Law cumplió los catorce el día que cambió el mundo."
Cierro esta crítica con la manida frase de inicio de la novela: "Guilford Law cumplió los catorce el día que cambió el mundo."
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