Una de mis pasiones más arraigadas es la gastronomía de nuestra tierra. ¿Para qué ir a un país extranjero cuando a pocos kilómetros de tu lugar de residencia existen lugares desconocidos donde combinan con gracia caldos y comida? Una de las ventajas de vivir en España es que la comida sigue siendo un placer y no una simple necesidad. Hoy, junto con la asociación gastronómica "Putaninos", de la que soy tesorero, visité una la única bodega que se encuentra en Navaluenga.
Fuimos recibidos con simpatía en la "Bodega Garnacha Alto Alberche", donde nos explicaron con todo lujo de detalles el proceso de fabricación de sus caldos, su lucha por salir hacia delante en el competitivo mundo del siglo XXI, y finalmente agasajados con una completa comida.
Era una visita distinta a la que estábamos acostumbrados, dado que no es una bodega asentada o famosa, sino un grupo de personas llenas de ideales que tratan de recuperar lo que por derecho es suyo.
Lugar idílico frente a la Sierra de Gredos, tiene todas las posibilidades de convertirse en un enclave importante de la cultura y gastronomía española, pero al igual que muchas comarcas de Castilla y León, tiene que vencer las resistencias de siglos de apaciguamiento y olvido.
Para aquellos que sólo les interesa la manduca. En resumen, por 40 euros: bebimos todo el vino que quisimos durante la comida, que consistió en unos entrantes de chorizo y paté de la región (este último buenísimo, hecho al estilo francés), unas judías con acompañante cárnico del lugar, unos chuletones a la parrilla a discrección y de postre melocotón en almíbar; además de llevarnos una caja con tres botellas de vino cada uno. Todo un lujo, si pensamos que aquí, en la capital, todo este negocio nos habría salido por 80 ó 100 euros.
La razón del título estriba en que esta bodega no es la idea de un empresario o un lavadero de dinero de la construcción, sino la iniciativa de un grupo de amigos amantes del vino, que luchando contra viento y marea: carecen de denominación de origen, los viñedos aledaños son arrancados gracias a las cuotas de la famosa Política Agraria Común, la suspicacia de los viejos agricultores y las continuas inspecciones de nuestra querida Junta de Castilla y León. Si a todo esto le sumamos que están trabajando con una de las variedades de uva más complicadas, la garnacha, en una aventura enológica sin parangón. Entenderás que les dedique este artículo, como un símbolo de la resistencia a pasar desapercibidos en la creciente despoblación de nuestras tierras.
Por cierto, como abulense de adopción (llevo cinco años viviendo aquí), os propongo que si encontráis su vino en un bar, lo pidáis como un acto de defensa de nuestra propia identidad, ya que ésta se encuentra devaluada por los quejidos de las comunidades históricas. Su nombre: "7 Navas"; con dos variedades: Roble (éste es el mejor) y Rosado.
Obviamente, la mejor forma de aportar mi pequeño granito de arena a su lucha por salir adelante es dejar el enlace a su página web en mi lista de Web amigos. "Todo esto es consecuencia de mi estómago agradecido y que además me encantan los irreductibles, donde los haya".
Era una visita distinta a la que estábamos acostumbrados, dado que no es una bodega asentada o famosa, sino un grupo de personas llenas de ideales que tratan de recuperar lo que por derecho es suyo.
Lugar idílico frente a la Sierra de Gredos, tiene todas las posibilidades de convertirse en un enclave importante de la cultura y gastronomía española, pero al igual que muchas comarcas de Castilla y León, tiene que vencer las resistencias de siglos de apaciguamiento y olvido.
Para aquellos que sólo les interesa la manduca. En resumen, por 40 euros: bebimos todo el vino que quisimos durante la comida, que consistió en unos entrantes de chorizo y paté de la región (este último buenísimo, hecho al estilo francés), unas judías con acompañante cárnico del lugar, unos chuletones a la parrilla a discrección y de postre melocotón en almíbar; además de llevarnos una caja con tres botellas de vino cada uno. Todo un lujo, si pensamos que aquí, en la capital, todo este negocio nos habría salido por 80 ó 100 euros.
La razón del título estriba en que esta bodega no es la idea de un empresario o un lavadero de dinero de la construcción, sino la iniciativa de un grupo de amigos amantes del vino, que luchando contra viento y marea: carecen de denominación de origen, los viñedos aledaños son arrancados gracias a las cuotas de la famosa Política Agraria Común, la suspicacia de los viejos agricultores y las continuas inspecciones de nuestra querida Junta de Castilla y León. Si a todo esto le sumamos que están trabajando con una de las variedades de uva más complicadas, la garnacha, en una aventura enológica sin parangón. Entenderás que les dedique este artículo, como un símbolo de la resistencia a pasar desapercibidos en la creciente despoblación de nuestras tierras.
Por cierto, como abulense de adopción (llevo cinco años viviendo aquí), os propongo que si encontráis su vino en un bar, lo pidáis como un acto de defensa de nuestra propia identidad, ya que ésta se encuentra devaluada por los quejidos de las comunidades históricas. Su nombre: "7 Navas"; con dos variedades: Roble (éste es el mejor) y Rosado.
Obviamente, la mejor forma de aportar mi pequeño granito de arena a su lucha por salir adelante es dejar el enlace a su página web en mi lista de Web amigos. "Todo esto es consecuencia de mi estómago agradecido y que además me encantan los irreductibles, donde los haya".
Tomo buena nota de todo esto.
ResponderEliminarSi alguna vez me encuentro con este vino, no perderé la oportunidad de probarlo.
Y si el destino quiere que pase por allí, daré buena cuenta tanto de de la manduca como del bebercio.
¡Salud! ¡Y que aproveche!