lunes, 21 de enero de 2013

¡No es un simulacro!

Al ser profesor y haber pasado la mayor parte de mi vida en centros educativos he participado en innumerables simulacros, ya sean de bomba o de incendio. Es algo a lo que ya me he acostumbrado y a lo cual no le había dado su justa importancia hasta hoy.


He asistido a todo tipo de simulacros: los eminentemente festivos, los fracasados, los mejorables, los casi bien ejecutados, los falseados o los teatrales. Hasta en una ocasión conseguí escaquearme de uno (de él hablaré más adelante). Todos ellos acaban siempre igual, con un tiempo marcado en un cronómetro que debería demostrar cuanto valoramos nuestra vida pero que siempre añade un par de minutos de pasotismo español.

Los que viví en el colegio fueron como una fiesta, un recreo inesperado en el cual te encontrabas rodeado de toda la parafernalia que traían unos bomberos más preocupados de agradar a su público que de evaluar correctamente la posibilidad de evacuar un centro educativo con más de mil alumnos menores de 14 años.

En el instituto me empaché dado que tuvimos más de una docena de falsos avisos de bomba a causa de unos alumnos que no se habían preparado bien el examen de turno. ¿Por qué tardaron tanto en pillarlos te estarás preguntando? Pues porque en esa época casi nadie tenía teléfono móvil y la llamada procedía de una cabina telefónica de Zamora mientras que mi instituto se encontraba en Benavente. No quiero ni imaginarme como sería en dispositivo tecnológico que montó la Guardia Civil para la captura de nuestros jóvenes malhechores. De todas formas, aunque eran los tiempos donde ETA se encontraba bastante activa, nadie jamás se tomó en serio el tema, ni el día que trajeron el robot de desactivación de explosivos.

En la universidad tuve partida doble, en la residencia y en la propia facultad, pero dado el número de personas implicadas nunca dejó de ser un poco tontería. De entrada me cuesta recordar siquiera alguno de ellos.

Tuve que convertirme en profesor de instituto para entrar un poco más en este mundillo de los simulacros, no como simple paquete a trasladar a la salida más cercana, si no como agente activo en la evacuación. Los primeros años me pasé innumerables tutorías tratando de hacer entender a mis alumnos las peculiaridades del plan que utilizamos en el instituto, el sentido de cada norma y la razón de que se realizasen esos ejercicios.

Más tarde llegaría a convertirme en un excelso jefe de pasillo, formando parte del grupo de profesores que en teoría tomaban decisiones sobre la vida y la muerte de los diferentes grupos a evacuar. Y es ahí donde me encontré en mi salsa, tomando algunas decisiones que me parecieron correctas en su momento para la mejora del plan. En una ocasión viendo correr hacia la sala de profesores al responsable máximo del plan de evacuación y que nadie del equipo directivo estaba en mi departamento (formaban parte de este el secretario y el jefe de estudios) salí disparado del instituto (era una hora libre, antes de que alguien me salte a la yugular) para ver como se comportaba mi sustituto, que siempre lo hay en este tipo de planes. En otra ocasión me negué a dar salida a todos los alumnos de mi pasillo hasta que me lo ordenase el jefe de planta, que era una regla estúpida que estaba en las normas y que demostré con un retraso de dos minutos, lo cual hizo fracasar el simulacro, que no tenía sentido alguno. También en mi puesto asistí a algunos simulacros teatrales, esos donde se deja un paquete sospechoso o se genera algo de humo, pero eso es mejor dejarlo para otro día.

Ahora bien, lo que tenían en común todos estos simulacros es que en cierta medida los profesores siempre sabían que iban a ocurrir y que lo que más importaba era hacerlo bien lo más rápidamente posible.

Pero hoy no me he enfrentado a un simulacro, si no a una amenaza real, y lo que antes eran risas y alborozos se tornó en caras serias. Vaya por delante que jamás me había enfrentado a una situación igual. Mientras estaba dando clase de Tecnología Industrial II una especie de pitido extraño empezó a sonar. Lo gracioso del tema es que mis alumnos empezaron a proponer diferentes teorías de lo que provocaba semejante sonido, todas partiendo de que un dispositivo eléctrico lo estaba generando (a eso hemos llegado en el siglo XXI, presuponemos que todo tiene su origen en la electricidad). Pero cuando habíamos descartado todo lo que estaba dentro del taller saltó la alarma y salimos escopetados por la salida de emergencia. Bueno, yo gasté 10 preciosos segundos en dejar la bata y ponerme la cazadora, aunque dejé todo lo demás, incluido me precioso iPad por si te lo estás preguntando (nunca tuvieron más sentido las copias en la nube que en ese momento). La evacuación fue la más rápida que se recuerda en el centro. La razón de ello, que los profesores no lucían sonrisas si no genuinas caras de preocupación mientras repetían todo el rato que no era un simulacro.

Al final, no pasó nada y regresamos al centro a los diez minutos. Una válvula del sistema de calefacción había saltado, razón por la cual se escuchaba el pitido por todo el instituto al transmitirse por las tuberías (en los centros públicos es obligatorio que las tuberías de calefacción se encuentren al descubierto), y ésta a su vez había activado automáticamente la alarma. Por cierto, "tendremos que añadir a los simulacros un tercer supuesto, ya no podemos sólo practicar incendio y bomba, también tendremos que ensayar que debemos hacer en caso de susto de calefacción".

5 comentarios:

  1. Más largó que una meada cuesta abajo

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  2. Yo lector ávido, disfruto de mis cafés mañaneros con semejantes post, que me alejan de la realidad frugal y pastosa española, con políticos llenándose los bolsillos, mientras vacían los nuestros, y el pollito pío callado, sin decir ni mu, y esperando a que... nieve?

    Debí estar mas tiempo borracho del que recuerdo, porque de los de la uni y del fray ni puta idea...

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  3. ¿Pero el Ipad estaba al volver? Seguro que sí. quien querrñia semajante aparato obsoleto que ni recibe ya las actualizaciones de IOS...

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  4. Yo llevo 3 años en la uni y no han hecho un simulacro. Una vez se cayó un trozo de techo pero no hubo que lamentar daños.

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  5. Yo hice un simulacro de leer esta entrada

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