Obsolescencia programada

Y al fin un alumno me hizo la tan temida pregunta. Temida porque mi opinión va en contra del sentir general y cuesta hacer entender mi punto de vista. Me estoy refiriendo a la obsolescencia programada, la cual se ha convertido en una de las conspiraciones de moda gracias a la crisis y a ciertos documentales que circulan por la Red de redes.

Vaya por delante, como explico a todos mis alumnos, que navegar por Internet exige comportarse como un periodista de manual (no de esos que pululan por nuestro país), contrastando toda información que se adquiere en él consultando al menos dos fuentes distintas (en muchas ocasiones me he quejado en este blog sobre la veracidad de ciertos artículos de la Wikipedia). Lo último que se tiene que perder en este mundo completamente conectado es el sentido crítico. Ni tampoco abandonar esa herramienta tan útil que es la navaja de Ockham (que se puede resumir en que: "La explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera").

Así que me cuesta mucho concebir una conspiración mundial en la cual todas las empresas y los ingenieros que trabajan para ellas permanezcan en silencio mientras perpetran un maligno plan para incrementar las ventas de productos. Pero ese es el mensaje que parece que ha calado en la mayoría de la población, donde de nuevo su cuota de participación se diluye. No importa que el producto siga cumpliendo la función para la cual fue diseñado, ni que nunca el propietario se hubiese molestado en abrir el manual de usuario o que la gente parezca sufrir una especie de amnesia colectiva basada en que todo tiempo anterior fue mejor.

Ahora lo que se lleva es decir que la bombillas se fabrican para que se fundan dado que existe una bombilla centenaria. Nadie se dedica a investigar como ha conseguido semejante hazaña ni porque existen normas de eficiencia eléctrica para salvaguardar a los propios usuarios de desalmados estafadores que incrementarían su factura eléctrica ostensiblemente sin que se diesen cuenta. Pero claro, para llegar a este nivel la mayoría de la población tendría que comprender qué es la electricidad, cómo se consume y cómo se la facturan. En el fondo para ésta es mucho más comprensible uno de los encantamientos de Hermione.

O que las compañías de impresoras insertan chips malvados para que las impresoras de inyección a tinta fallen y te toque comprar una nueva. Casi nadie se le ocurre consultar a un técnico como RK2, el cual te desvelaría que en el fondo todo tiene que ver con un simple contador y una esponja. Ni tampoco se le ocurriría preguntar por una impresora láser, cuyo coste es cuatro veces superior pero que a la larga sale más barata al disminuir en mayor factor el coste por hoja impresa. En muchas ocasiones la gente se olvida del viejo axioma: "Lo barato a la larga sale caro".

O que los fabricantes de móviles y ordenadores dejan adrede obsoletos sus equipos. Esto último me resulta inaudito en cuanto a la gente que cae en esta vieja conspiración. Parece que la historia de la informática de consumo, que no llega a los 40 años, es demasiado antigua para los usuarios. Lo que un servidor ha observado en estas últimas décadas es que según iban creciendo en complejidad los paquetes de software gracias a los constantes parches que se les añadían para incrementar sus funciones, estos se ralentizaban hasta límites insospechados, supliendo su lentitud inherente aumentando las prestaciones del hardware. Todavía se puede escribir una carta en un viejo 486 o jugar al Tetris.

Vale, podría seguir así toda la noche y seguro que no convencería a nadie. Me saltaría con que los equipos actuales son irreparables después del primer fallo, que la reparación cuesta más que comprar un equipo nuevo mucho mejor que el anterior. Y yo le respondería que la mayor parte del coste de reparación de un producto viene de la mano de obra (del primer mundo, para más inri), que suele valorarse en el tiempo que tiene que invertir el técnico en descubrir que pasa exactamente, ya que como diría House (perdón, RK2): "Todo el mundo miente". Pero no sólo hay que tener en cuenta ese coste. También la dificultad de la reparación, si en el pasado cualquier equipo constaba de unas docenas de piezas bien discernibles, en la actualidad se compone de una serie de chips inalcanzables.

En fin, no voy a negar que muchas empresas están utilizando una cierta forma de obsolescencia programada al negarse a guardar las piezas necesarias para las reparaciones, calificando ciertos equipos como obsoletos directamente (el otro día pasó con el iPhone original, el primero en quedarse sin soporte) o negándose a dar soporte mediante software a ciertas aplicaciones punteras. Pero ahí también está la supervivencia de la propia empresa en juego. Ahora bien, llegar a presuponer que estas tienen legiones de silenciosos ingenieros calculando al milímetro según el roadmap interno que los equipos fallen justo cuando esta a punto de salir un nuevo producto me parece bastante improbable. Pero ya sabes, yo y mi navaja de Ockham.

De todas formas no te resulta gracioso que "un usuario tan conservador como yo, que utiliza un móvil que va a cumplir 10 años, un portátil que va a cumplir 9 años o un iPad de primera generación tenga que salir a contradecir las premisas más importantes de la obsolescencia programada. Ver para creer".