Admisión de culpa

Anda últimamente expiando pecados el amigo J. J. Abrams. No se sabe si es por ponerse la tirita antes del sumo ostión o que cree que tiene algo único entre manos y quiere hacer tabula rasa, haciéndonos olvidar sus desastres anteriores. Probablemente lo segundo (ya se preocupará Disney de ello). Pero mira tú por dónde que al final ha reconocido que salió por patas de la saga de Star Trek por desavenencias con el estudio, ya quedó atrás eso de la salida amistosa para desarrollar otros proyectos.

Y es que ha admitido, que tanto en "Super 8" (2011) como en "Star Trek: En la oscuridad" (2013) no tenía en todo momento la sensación de estar controlando la historia, si no que empezó a rodarlas con problemas de guión que iba solucionando según avanzaba el rodaje. Y es que al parecer, al pobrecico, según sus propias palabras: "Es algo que no me gusta demasiado, en proyectos tan grandes prefiero tenerlo todo de otra manera".

Ahora bien, cabría preguntarse cuando ha tenido el control total realmente de una película, ya que teniendo en cuenta que cuando eliminas de su filmografía las series solo nos quedan otras dos películas: "Star Trek XI" (2009), que un servidor atacó cruelmente (véase: "Sesión de palomitas (25): Star Trek XI"), y la insufrible "Misión imposible III (M:I-3)" (2006), que ya nadie recuerda de que iba (piénsalo bien, sabes que la has visto, pero no recuerdas absolutamente nada de ella, se entremezcla con el resto).

En cuanto a series, después de los éxitos de Alias, Perdidos y Fringe, ha entrado en una dinámica de abruptas cancelaciones, ya que ese fue el final de Undercovers y Alcatraz, sus dos últimas propuestas.

En fin, me cuesta creer que haya tenido el control creativo total de J. J. Abrams de "Star Wars: El despertar de la Fuerza" (2015) teniendo en cuenta que el guión lo firma junto con Lawrence Kasdan, en el reparto había muchos egos juntos y Disney no es famosa por no entrometerse. Pero si lo dice él, "habrá que creerle. Todo sea por mantener la paz en una galaxia muy lejana".