martes, 16 de septiembre de 2008

Presentaciones

Con el paso de los cursos se va imponiendo la burocracia en el mundo de la educación. Hace cinco años, cuando empecé, el primer día de clase se dedicaba a presentarte como profesor y dar pie a los alumnos en una charla distendida a tomarte la medida. Ahora se ha convertido en un fútil y aburrido monólogo en el cual el profesor va desgranando los criterios de calificación que va a emplear.

Puedes pensar que es imposible tardar 50 minutos en explicar lo que vamos a hacer durante el curso y como lo vamos a valorar. Me explico.

En los viejos tiempos, digamos cuando yo estaba en el instituto, el profesor llegaba el primer día de clase al aula y se presentaba, explicaba sucintamente los contenidos de su asignatura y después se podían dar dos situaciones: o se iba a la cafetería y nosotros detrás de él (la menor parte de las ocasiones) o empezaba a dar clase para no perder tiempo (la mayor parte de las ocasiones). Que conste que en ninguna ocasión explicaba sus criterios de calificación. Esa información nos llegaba a partir de los alumnos veteranos, que obviamente siempre la facilitaban de forma sesgada dependiendo de como les cayese el profesor en cuestión.

En la actualidad, dada la generalización de la burocracia en el mundo educativo gracias a la llegada de la LOGSE y sus posteriores reformas, se ha impuesto una carrera en la cual compiten profesores, inspectores y padres, a ver quien es más listo. Ahora las reclamaciones de notas no se fundamentan en los conocimientos de los alumnos sino en las fisuras de los criterios de calificación escritos en las programaciones didácticas. Esto conlleva que este apartado, antes insignificante (se suponía que el profesor era la persona más indicada para evaluar los conocimientos del alumno), se haya ido complicando con el paso de los años hasta llegar a convertirse en un documento legal casi único por su complejidad y difícil lectura, y de mayor importancia que la propia metodología pedagógica utilizada para impartir la asignatura.

Obviamente, con este incremento legal, se impone utilizar, en vez de la palabra hablada, la entrega de un documento en el que consten todos los vericuetos legales ideados por el profesor y que desanime tanto al alumno como al padre la reclamación de una nota.

Ahora vamos con el quid de la cuestión. En una asignatura como Matemáticas las habas están contadas, o está bien el ejercicio o está mal, pero que pasa en asignaturas eminentemente prácticas como: Plástica, Música, Educación Física y Tecnología; pues que los criterios empiezan a complicarse hasta llegar a extremos increíbles.

Por ejemplo, en mi propia asignatura, Tecnología, tenemos seis criterios de evaluación del alumno: comportamiento, exámenes, trabajos en casa, trabajo en el taller, trabajos de informática y ejercicios varios. Y estos tienen diferente ponderación sobre la nota final. Si a esto le sumamos los criterios de recuperación de las diferentes partes, el redondeo de las diferentes notas, la estructuración de los exámenes de junio y septiembre, los contenidos a impartir, los mínimos necesarios para aprobar, etc; obtenemos un maravilloso documento de 10 páginas en Arial 8, que entregamos a cada uno de los alumnos de nuestra asignatura.

Creo que ahora entenderás como se puede tardar en explicar 50 minutos todo esto (por cierto, Juan Blas, si estas leyendo esto, lo siento mucho por el rollo que te espera mañana) y podrás imaginarte como se aburren los alumnos cuando les cuentan lo mismo diez veces, una vez por cada asignatura que tienen.

Sólo me queda decir, que dado que después me toca aplicar estos criterios a más de 150 alumnos, "bendita sea la hoja de cálculo."

4 comentarios:

  1. Pues en mi época de instituto el primer día era algo así:

    -Hola, mi nombre es ****** y voy a ser vuestro tutor y profesor de matemáticas

    A continuación pasaba lista por orden alfabético:

    -Fulanito Perez
    -¡Presente!

    -Menganito Martín
    -¡Presente!

    Una vez pasada la lista de alumnos, comenzaba de clase.

    -Abrir el libro por la lección primera y ....

    Y eso es todo.
    Como tiene que ser. A charlar al bar o a la calle.
    A clase se va a estudiar, no a chatear, que la vida está muy jodida y hay que sudar hasta la última gota.

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  2. Totalmente de acuerdo con rk2; a clase se va a lo que se va.

    Aparte de esto, me parece, triste (y creo que es la palabra correcta) el tener que realizar casi un master en derecho jurísico para crear una forma de evaluar.
    Y me parece más triste, que los padres sean los precusores de esto. Y es que contadas excepciones (puedo dar fe porque lo he vivido en el colegio) en que algún profesor tenía mania a alguien y no le aprobaba porque no le salía de los coj**es, veo totalmente infundado que los padres duden tan siquiera del criterio evaluador de un profesional.
    Creo que la educación es desde hace tiempo un caos auténtico que está haciendo que un gran porcentaje de los alumnos sean , al finalizar, unos casi incultos.
    Y como ya he manifestado en muchas ocasiones me parece que gran parte de culpa, sino toda, la tienen los padres y familiares.
    Al final está visto que habrá que hacer caso el gran "gurú" Aznar y parar la desintegración del modelo de familia tradicional.

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  3. Buenoooo chuchi mucho criticar pero buenas hojas que nos has dado esta mañana ^^.

    Saludooos.

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  4. ¡Que razón tienes, Chuchi! Tendría que haber una norma que prohibiese dar clase el primer y el último día del curso.
    Además, luego los criterios de evaluación siempre se pierden al segundo día de darlos y si te hacen falta los vuelves a pedir, a mí sinceramente me parece una pérdida de tiempo y de papel.

    Besos!

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