sábado, 26 de junio de 2010

Los marcianos según Heinlein (1)

Con el revuelo que ha provocado la posibilidad de que exista vida en Titán (aunque en forma microscópica), me he acordado de algunos textos que leí en mi juventud. Entre ellos destacan unos párrafos que se encuentran dentro del impresionante "Forastero en tierra extraña" del siempre polémico Robert A. Heinlein (novela que trata sobre la readaptación de un ser humano criado completamente por los marcianos).

En ellos se puede ver los diferentes que pueden llegar a ser dos civilizaciones que cohabitan en el mismo Sistema Solar:

"Alrededor de una estrella menor de tipo G, bastante alejada hacia el borde de una galaxia de tamaño medio, los planetas giraban como de costumbre, tal como llevaban haciéndolo desde hacía miles de millones de años, bajo la influencia de una ley ligeramente modificada de la inversa del cuadrado que configuraba el espacio a su alrededor. Tres de ellos eran planetas lo bastante grandes como para ser perceptibles; el resto no pasaban de ser meros guijarros, ocultos entre los llameantes flecos de la primaria o perdidos en la negrura del espacio exterior. Todos ellos, como es siempre el caso, estaban infectados por esa singularidad de la entropía distorsionada que se llama vida; en los casos del tercero y cuarto, su temperatura superficial seguía un ciclo en torno del punto de congelación del monóxido de hidrógeno; en consecuencia, habían desarrollado formas de vida lo bastante similares como para permitirse cierto grado de contacto social.

En el cuarto guijarro, los antiguos marcianos no se sintieron turbados en ningún aspecto importante por el contacto con la Tierra. Las ninfas de la raza aún brincaban alegremente por la superficie de Marte, aprendiendo a vivir, y ocho de cada nueve morían en el proceso. Los marcianos adultos, enormemente distintos en cuerpo y mente que las ninfas, se concentraban aún en graciosas ciudades de fábula, y eran tan tranquilos en su comportamiento como alborotadoras se manifestaban las ninfas…, pero pese a todo llevaban una vida más activa que las ninfas, una compleja e intensa vida mental. Las vidas de los adultos no estaban exentas por completo de trabajo en un sentido humano; todavía tenían un planeta que cuidar y supervisar, había que decirles a las plantas cuándo y dónde debían crecer, las ninfas que habían superado su período de aprendizaje de supervivencia debían ser reunidas, alimentadas y fertilizadas, había que incubar y cuidar los huevos resultantes para que madurasen de una forma adecuada, era preciso persuadir a las ninfas ya realizadas de que abandonasen sus costumbres infantiles y se metamorfosearan en adultos. Todo eso tenía que hacerse…, pero la «vida» de Marte no representaba más que lo que el sacar a pasear al perro dos veces al día es a la «vida» de un hombre que controla una compañía de índole planetaria entre esos dos agradables paseos…, aunque, para un ser de Arturo III, tales paseos pudieran parecer la actividad más significativa de un magnate…, sin duda como esclavo del perro.

Tanto marcianos como humanos eran formas de vida autoconscientes, pero habían tomado dos direcciones diametralmente opuestas. Toda la conducta humana, todas las motivaciones humanas, todos los temores y esperanzas del hombre, estaban intensamente teñidos y muy controlados por su trágica y extrañamente hermosa forma de reproducción. Lo mismo era cierto para Marte, pero con un corolario que era como la imagen en un espejo. Marte disponía del eficiente esquema bipolar tan común en esa galaxia, pero el de los marcianos era tan distinto del de la Tierra que la cuestión «sexo» podía ser denominada así sólo por un biólogo, y no hubiera sido en absoluto «sexo» para un psiquiatra humano. Las ninfas de Marte eran femeninas, todos los adultos eran masculinos.

Pero en cada caso sólo en su función, no en su psicología. La polaridad hombre-mujer que controlaba todas las vidas humanas no podría existir en Marte. No había ninguna posibilidad de «matrimonio». Los adultos eran enormes, con un aspecto que a los primeros humanos que los vieron les recordó el de veleros rompehielos; eran físicamente pasivos, mentalmente activos. Las ninfas eran rollizas, como esferas peludas, siempre en movimiento, rebotando sin cesar pero carentes de ningún tipo de energía mental. No había ningún paralelo posible entre los cimientos psicológicos humanos y marcianos. La bipolaridad humana era a la vez la fuerza cohesionadora y la energía impulsora de todo el comportamiento humano, desde la composición de sonetos hasta la resolución de ecuaciones nucleares. Si algún ser piensa que los psicólogos humanos exageran en este punto, no tiene más que ir a investigar en las oficinas de patentes de la Tierra, en sus bibliotecas y en sus galerías de arte, y buscar allí las creaciones de los eunucos.

Marte, que funcionaba de una manera distinta que la Tierra, prestó escaso interés a la Envoy y a la Champion. Los dos acontecimientos habían ocurrido demasiado recientemente para ser significativos…, si los marcianos hubiesen usado periódicos, una edición cada siglo terrestre hubiera sido algo normal. El contacto con otras razas no era nada nuevo para los marcianos; había ocurrido antes, y volvería a ocurrir de nuevo. Cuando la raza nueva era totalmente asimilada (en un milenio terrestre, más o menos), llegaba entonces el momento de la acción, si era necesario.

En Marte, los acontecimientos de importancia eran de un tipo distinto. Los descorporizados Ancianos habían decidido ―casi sin pensarlo― enviar al humano incubado a asimilar lo que pudiera del tercer planeta, y luego dirigieron su atención a otros asuntos más serios. Poco antes, más o menos en torno de la época del César Augusto terrestre, un artista marciano se había dedicado a la composición de una obra de arte. Hubiera podido ser calificada con la misma propiedad como un poema, una composición musical o un tratado filosófico; era una serie de emociones, ordenadas a lo largo de una trágica y lógica necesidad. Puesto que un ser humano la hubiera experimentado sólo en el sentido en que puede explicársele una puesta de sol a un ciego de nacimiento, no importa a qué categoría de la creatividad humana hubiera podido ser asignada. Lo verdaderamente importante fue que el artista se descorporizó accidentalmente antes de haber terminado su obra maestra.

La descorporización inesperada era siempre algo raro en Marte; el gusto marciano en tales asuntos requería que la vida fuera un todo redondeado, en el que la muerte física ocurría en el instante apropiado y elegido de antemano. Este artista, sin embargo, se había obsesionado de tal manera con su trabajo que se olvidó de regresar del frío; cuando fue notada su ausencia, su cuerpo apenas servía para comer. Ni él mismo se había dado cuenta de su descorporización, y había seguido componiendo su secuencia.

El arte marciano se dividía claramente en dos categorías: el creado por los adultos vivos, que era vigoroso, a menudo completamente radical y primitivo, y el de los Ancianos, que era normalmente conservador, extremadamente complejo, y del que se esperaba que mostrase unos estándares de técnica mucho más altos; los dos tipos eran juzgados por separado.

Pero, ¿bajo qué estándares debía juzgarse esa obra? Era un puente que enlazaba lo corpóreo con lo descorporizado; su forma final fue establecida meticulosamente por un Anciano…, pero por otra parte el artista con el desprendimiento propio de todos los artistas en todas partes, ni siquiera se había dado cuenta de su cambio de estado y había seguido trabajando como si aún siguiera corpóreo. ¿Era posible que aquélla fuese una nueva forma de arte? ¿Podían producirse más obras semejantes a través de la descorporización por sorpresa de los artistas mientras estaban entregados a su trabajo? Los Ancianos llevaban desde hacía siglos discutiendo las excitantes posibilidades en reflexivas reuniones, y todos los marcianos corpóreos aguardaban ansiosamente su veredicto.

El asunto era del mayor interés, puesto que no se trataba de arte abstracto, sino religioso (en el sentido terrestre) y fuertemente emocional: describía el contacto entre la raza marciana y la gente del quinto planeta, un acontecimiento que había ocurrido hacía mucho tiempo pero que seguía siendo algo vivo e importante para los marcianos en el mismo sentido que una muerte por crucifixión continuaba siendo viva e importante para los humanos después de dos milenios terrestres. La raza marciana había encontrado a la gente del quinto planeta, la había asimilado por completo, y a su debido tiempo había pasado a la acción; las ruinas de los asteroides era todo cuanto quedaba, excepto que los marcianos seguían apreciando y alabando a la gente a la que habían destruido. Esta nueva obra de arte era uno de los muchos intentos de asimilar todas las partes de la hermosa experiencia, en su absoluta complejidad, en una sola composición. Pero, antes de poder juzgarla, era imprescindible comprender cómo juzgarla. Era todo un problema."

En fin, una curiosidad que cumple con los cánones del género, aunque con bastante estilo, "los marcianos son desapasionados (por cuestión climatológica) y peligrosos (destrucción del quinto planeta)".

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