Sigo inmerso en una montaña de papeles y normas sin sentido. Cuando oposité lo hice con la intención de dedicarme a educar, a influir en mis alumnos, no para dedicarme a la simple burrocracia.
Cuando durante la Gran Depresión la mayoría de los países abandonaron el patrón oro (toda moneda estaba respaldada por una cierta cantidad de oro), muchos economistas de la época lo calificaron como el fin de lo tiempos. Con el paso del tiempo se ha demostrado que eso no era verdad (salvo en una crisis económica como la actual que jamás hubiese podido pasar bajo estos prefectos, donde todo banco debía respaldar sus depósitos con tan insigne metal) y la economía es cíclica (el crecimiento continuo de la economía es un simple espejismo que suele encantar a los que olvidan la Historia).
Ahora bien, en unos tiempos donde todo encoge (salvo las hipotecas), hay un superviviente que desbarata cualquier comparación con la realidad. Podrías pensar que con el advenimiento de la Informática, Internet y los famosos pendrives, el papeleo se ha simplificado, sólo basta con cruzar las diversas bases de datos para obtener la información requerida. Pues no, lo único que crece en estos tiempos de crisis es el número de copias de actas, informes, memorias e impresos que tienen que estar sobre soporte papel (algunos en cartulina por eso de la degradación) con la firma a tinta y el debido sello (el negocio de los tapones sigue en alza aunque parezca increíble). Mientras la Administración alienta a sus ciudadanos a que utilicen el nuevo flamante DNI electrónico para cualquier impreso, dentro de ella misma ocurre el proceso contrario. Parece que las mentes que nos dirigen no han abandonado el patrón papel, todo requerimiento interno debe estar respaldado por su correspondientes impreso y duplicados, debidamente firmados y compulsados.
Lo más gracioso de todo es que la mayoría de estos informes se generan en ordenadores, haciendo uso de las más potentes aplicaciones informáticas, para terminar almacenados en un oscuro almacén de la administración. Veamos algunos de estos sinsentidos.
Hace ya bastante tiempo, cuando era interino, había algo que me llamaba mucho la atención. Cada vez que comenzaba una sustitución tenía que entregar una fotocopia de mi título universitario, algo completamente estúpido teniendo en cuenta que la única manera de formar parte de las listas de interinos era presentar ese documento en primera instancia. Y obviamente pasó lo mismo cuando me convertí en funcionario. No se si será que sufren de Roldanfobia, pero en la dirección provincial de Ávila tienen 10 fotocopias compulsadas de mi título de físico archivadas en la misma carpeta. Todo un despropósito.
Por otro lado, hoy, sin ir más lejos, he metido la pata con otra de esas normas estúpidas. Al acabar de realizar el acta de calificaciones del examen del lunes, imprimí cuatro copias, una para exponer en el tablón de anuncios a título informativo y otras tres para la dirección provincial (lo que me dijo el inspector). Después de conseguir las sacrosantas firmas de todos mis compañeros de tribunal y el sello correspondiente descubrí con todo el dolor de mi corazón (y sobre todo en forma de tiempo) que tenía que haber hecho otra copia en cartulina para que quedase en el archivo del centro. Si a esto le sumas que algunas firmas no estaban del todo correctas, te puedes imaginar el despropósito de todo esto. Por cierto, los que aprobaron la prueba tienen derecho a un certificado que lo demuestre y que deben entregar para le preinscripción en un ciclo formativo. Ahora bien, si todos los servidores de las secretarías de los institutos están conectadas a la Junta de Castilla y León, ¿por qué no incluir estos resultados en una base de datos accesible y ahorrarnos semejante cantidad de papel inútil? ¿Lo que vale para las transacciones bancarias no es aplicable a la administración educativa?
En fin, siento haberte aburrido con estas disquisiciones, pero es que hoy alguien me ha dicho que tengo cara de enfermo y "eso me ha hecho pensar que se me estaba pegando el aspecto cetrino de los clásicos archivistas".
Ahora bien, en unos tiempos donde todo encoge (salvo las hipotecas), hay un superviviente que desbarata cualquier comparación con la realidad. Podrías pensar que con el advenimiento de la Informática, Internet y los famosos pendrives, el papeleo se ha simplificado, sólo basta con cruzar las diversas bases de datos para obtener la información requerida. Pues no, lo único que crece en estos tiempos de crisis es el número de copias de actas, informes, memorias e impresos que tienen que estar sobre soporte papel (algunos en cartulina por eso de la degradación) con la firma a tinta y el debido sello (el negocio de los tapones sigue en alza aunque parezca increíble). Mientras la Administración alienta a sus ciudadanos a que utilicen el nuevo flamante DNI electrónico para cualquier impreso, dentro de ella misma ocurre el proceso contrario. Parece que las mentes que nos dirigen no han abandonado el patrón papel, todo requerimiento interno debe estar respaldado por su correspondientes impreso y duplicados, debidamente firmados y compulsados.
Lo más gracioso de todo es que la mayoría de estos informes se generan en ordenadores, haciendo uso de las más potentes aplicaciones informáticas, para terminar almacenados en un oscuro almacén de la administración. Veamos algunos de estos sinsentidos.
Hace ya bastante tiempo, cuando era interino, había algo que me llamaba mucho la atención. Cada vez que comenzaba una sustitución tenía que entregar una fotocopia de mi título universitario, algo completamente estúpido teniendo en cuenta que la única manera de formar parte de las listas de interinos era presentar ese documento en primera instancia. Y obviamente pasó lo mismo cuando me convertí en funcionario. No se si será que sufren de Roldanfobia, pero en la dirección provincial de Ávila tienen 10 fotocopias compulsadas de mi título de físico archivadas en la misma carpeta. Todo un despropósito.
Por otro lado, hoy, sin ir más lejos, he metido la pata con otra de esas normas estúpidas. Al acabar de realizar el acta de calificaciones del examen del lunes, imprimí cuatro copias, una para exponer en el tablón de anuncios a título informativo y otras tres para la dirección provincial (lo que me dijo el inspector). Después de conseguir las sacrosantas firmas de todos mis compañeros de tribunal y el sello correspondiente descubrí con todo el dolor de mi corazón (y sobre todo en forma de tiempo) que tenía que haber hecho otra copia en cartulina para que quedase en el archivo del centro. Si a esto le sumas que algunas firmas no estaban del todo correctas, te puedes imaginar el despropósito de todo esto. Por cierto, los que aprobaron la prueba tienen derecho a un certificado que lo demuestre y que deben entregar para le preinscripción en un ciclo formativo. Ahora bien, si todos los servidores de las secretarías de los institutos están conectadas a la Junta de Castilla y León, ¿por qué no incluir estos resultados en una base de datos accesible y ahorrarnos semejante cantidad de papel inútil? ¿Lo que vale para las transacciones bancarias no es aplicable a la administración educativa?
En fin, siento haberte aburrido con estas disquisiciones, pero es que hoy alguien me ha dicho que tengo cara de enfermo y "eso me ha hecho pensar que se me estaba pegando el aspecto cetrino de los clásicos archivistas".