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Ese es el número de institutos y centros de enseñanza obligatoria a los que opto en el concurso de traslados. Dado que todavía no tengo destino definitivo, cada año, como avance de las Navidades, tengo que realizar el más aburrido de los rituales: rellenar la horrible solicitud. Esta vez me ha llevado dos días (todavía me falta la insufrible cola en el registro). Este curso he sustituido la tediosa recopilación de méritos (el curso pasado alcancé el máximo establecido) por cumplimentar en serio la petición de centros.

Es mi quinto año en ese limbo denominado Expectativa, donde eres funcionario pero la Administración no tiene un lugar donde dejarte para pastar tranquilamente a sus expensas, y existe una nimia posibilidad de que me den un destino definitivo (la verdad es que creo que no pasará, dada la crisis presupuestaria por la que está atravesando la Junta de Castilla y León en estos momentos, con lo que cumpliré un ciclo de ocho años en Ávila).

La petición de centros es lo más parecido a una lotería sobre la vida real. Los institutos están llenos de docentes que terminaron allí por casualidad a consecuencia de un error cometido al consignar los códigos de centro en la solicitud. Esos errores eran típicos cuando el concurso se realizaba a nivel nacional. Un nacido en Benavente podía acabar con sus huesos en Murcia, o un asturiano en Granada. No quiero ni imaginarme la titánica tarea de rellenar la petición de centros simplemente armado con la Guía Campsa y un bolígrafo. Eso me provocaría seguramente un dolor de cabeza descomunal al jugarme mi futuro en una hilera de números de nueve cifras.

Por suerte, a mi rescate ha llegado la Consejería de Educación, que en su habitual magnanimidad nos ha regalado una aplicación informática para afrontar esta tarea. Tiene fallos, como cabía esperar, y todavía hay que pulirla un poco, pero tiene la ventaja de poder rescatar la petición de centros del curso anterior. Todo un hito. De ahí que haya sacrificado el puente en realizar la mejor selección posible (dado que esto significa ahorrarme estos días en el futuro).

Entre los fallos que he detectado, se encuentra la imposibilidad de poner el código postal de donde vivo bien:

O esta curiosa errata:

En cuanto a la petición de centros, te dejo con una pequeña instantánea de una de mis hojas. Imagínate cuando esto tenía que hacerse a mano sin errores.

Por cierto, para los curiosos, Villablino, con sus dos institutos, ha quedado en los puestos 153 y 154. Existen 48 destinos que me parecen más tétricos (alguno de ellos ni sale en el Google Maps). Los pueblos damnificados con los últimos doce puestos de la lista, contra los que no tengo nada en contra salvo que se tarda en llegar más a ellos que a Londres, son: Olvega, Covaleda, Arcos de Jalón, Agreda, Espinosa de los Monteros, Quintanar de la Sierra, Roa de Duero, Villasana de Mena, Villarcayo, Medina de Pomar, Villadiego y Lerma.

En fin, "me imagino que al mentarlos en un artículo, me abandonará la suerte y seré castigado de por vida a vivir en alguno de ellos".