Regreso a casa especular

Y no espectacular como cabría pensar. Hoy me he sentido como un personaje de "Alicia en el país de las maravillas", "El mago de Oz" o "Peter Pan" en mi viaje de regreso a Benavente. La mañana comenzó con un extraña llamada de mis padres en la cual me informaban de que estaba cayendo en mi pueblo natal una tremenda nevada y no tenía visos de detenerse.

Al contrario, en Ávila, después de lloviznar un poco, estaba saliendo el sol de nuevo. De todas formas, me dirigí envalentonado a la estación de tren, dispuesto a intentar llegar como fuese a mi casa. Horror, había huelga de RENFE y los retrasos eran apreciables, cabía la posibilidad de que perdiese mi enlace. Pero ocurrió lo inaudito. Mi tren, un regional, el más lento y barato de todos, llegó con 6 minutos de adelanto. Hasta pregunté al revisor si era ese el tren que tenía coger como el resto de usuarios, ya que no cabíamos en nuestro asombro (me imagino que entre tanto retraso, el tren de servicios mínimos obtuvo una buena ventana sobre sus veloces compañeros de mayor postín).

Bueno, mediodía y ya estoy en Valladolid. Transición hacia la estación de autobuses y llegado allí, parada habitual en la ventanilla de Linecar, donde puede pasar cualquier cosa. Con temor reverencial solicito dos billetes para Benavente (el otro era para mi hermana, que se unía a esta extraña aventura en este momento), que me son concedidos con presteza y sin dudar por la taquillera. Lo cual hizo crecer mi confianza de llegar a Benavente sin percances hasta que de pronto oí al conductor de mi autobús pedir a las chicas de la taquilla que le liberasen del viaje. Ante la obvia negativa inicial, el buen hombre empezó a casi declamar una aburrida letanía compuesta de expresiones como: "En Benavente estaba muy mal"; "Los quitanieves sólo trabajan en la autovía"; "Si voy no creo que vuelva"; "Está cayendo mucha nieve en Benavente"; etc. Como cabía esperar nadie atendió sus lamentos y tres cuartos de hora más tarde íbamos en dirección a Benavente.

Durante este trayecto las dudas empezaron a asaltarme, me estará tomando el pelo mi padre, como puede haber nevado en Benavente si en Medina de Rioseco no ha caído un sólo copo. Pero según nos acercábamos a nuestro destino final el campo empezó a blanquear y después a desaparecer bajo una capa de nieve bastante aparente. La entrada a Benavente fue lo mejor de todo, ya que pude observar el atasco de la autovía en dirección Ponferrada, qué era de aúpa.

Al final fueron unos 30 centímetros de nieve (según dicen, para mi que han sido sólo 10 centímetros), aunque ha desaparecido la mayoría de ella con el paso de las horas (al igual que mis compañeros de pocha, que no contestan a mis mensajes de móvil). De todas formas la jornada se puede calificar de extraña ya que en resumen: en la gélida ciudad salía el sol mientras que en los valles nevaba, un tren llegó con adelanto en una jornada huelguista y un conductor de Linecar mostraba cobardía en público. Todo contradictorio en esencia y "es que este viaje en particular parece que le he vivido reflejado en un fantasmal y deforme espejo, donde lo improbable se convierte en probable y viceversa".