lunes, 26 de noviembre de 2012

Siempre nos quedará París

Hoy se celebra el 70º aniversario del estreno de "Casablanca" (1942). Ya sé que los medios para rebajar tanta cháchara sobre el colosal error de Artur Mas te han informado puntualmente de tal evento y que se han escrito millones de palabras sobre esta película en los últimos 70 años. Hasta tuvo un pequeño apunte en mi moribunda Sección de Palomitas (pronta a resucitar si mi trabajo me lo permite). Pero hoy voy a dar un enfoque un poco más personal.

Vaya por delante que probablemente "Casablanca" (1942) no es ni obra maestra ni tampoco la mejor película romántica de la historia del cine, pero tiene un aura especial que me embruja. No sé si me enamoré primero del precioso rostro de Ingrid Bergman o de la fatalidad de un hombre duro como Humphrey Bogart. Poco importa la inverosimilitud de la situación o la poca credibilidad de los personajes, la historia me absorbe una y otra vez. Tal vez sea porque soy un romántico fuera del espacio y el tiempo como Rick en Casablanca, un romántico que no desfallece ante la adversidad del amor imposible encerrado bajo la figura de Ilsa y que ataca el inevitable final con humor.

Por otro lado, se trata de una película llena de asperezas por todas partes, pobre en su concepción inicial como material propagandístico que se sujeta en unas interpretaciones al mismo tiempo geniales y caricaturescas. Nunca unos personajes fueron tan previsibles e importó tan poco. Puedes ver mil veces a Peter Lorre representando su pequeño papel y nunca cansarte. Ya sé que toda la película está llena en exceso de elementos propagandísticos como por ejemplo las referencias al agua de Vichy o la larga escena donde se canta La Marsellesa, pero poco importa cuando estamos viviendo una historia de amor imposible.

Bueno, sea por lo que sea, siempre se me erizan los pelos cuando veo la primera aparición de Ilsa en el bar, no comprendo como ningún hombre puede dejar de babear ante la visión de la belleza personificada en su cota más alta (nunca el blanco y negro ayudó tanto) y más cuando pide a Sam que toque su canción:



Una escena llena de tópicos que permite el primer encuentro cuadrangular de la película entre los cuatro protagonistas.

Ahora bien, no me extraña que el final no estuviese escrito, se trataba de una situación sin solución dada la cantidad de púgiles presentes en la historia. Y pasó lo que tenía que pasar, una de esas cosas que engrandecen el cine, el final con que concluye dejó insatisfechos a propios y extraños, venció la cordura y moralidad frente al deseo del público:



En fin, salvando mi insana predilección por lo rasgos de Ingrid Bergman, lo que ha provocado que ya haya visto una docena de veces esta película y que probablemente la vea otro par de docenas de veces más antes de morir (es algo así como mi "Pretty Woman" (1990) personal) es que condensa todo lo que busco en una producción procedente de la fábrica de sueños, "un sueño irreal que me conmueva".

1 comentario:

  1. Cualquier persona: -Chuchi, me desprecias, verdad
    Chuchicristo: -Si llegara a pensar en ti... probablemente.

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