Me caí de la línea

En más de una ocasión me he jactado como cinéfilo (he llegado autocalificarme como cinéfago) de poder discriminar con facilidad lo que es un producto para consumo masivo, con todos los defectos que esto conlleva, de lo que es una simple obra de arte. Viendo cualquier tipo de película era capaz de identificarme con los personajes y extraer la esencia de la historia que me estaba contando, trasladándome a una realidad distinta a la mía durante las dos horas de proyección. Pero ayer, viendo el último producto de la factoría Disney, "TRON: Legacy" (2010), no sentí nada.

Ni me maravilló la factura técnica con sus fuegos de artificio cuidadosamente planificados, ni me introduje en el conflicto que presentaba entre un padre y un hijo abandonado, ni me llamó la atención el planteamiento pseudofilosófico de la guerra existente entre diversas variedades de programas informáticos, y lo más hiriente de todo, tampoco me hizo salivar la siempre bella Olivia Wilde (con la que soñamos todos los seguidores masculinos de House). Al salir del cine sólo me quedó la sensación de que había gastado 7 euros en observar un hermoso cascarón vacío.

Podrías decir que me lo tengo merecido por ir a ver una película de estas características, pero es que hasta ayer este tipo de cine me encantaba. Disfrutaba como un niño pequeño de esas historias que trataban de romper con los cánones establecidos en el cine de Hollywood por el simple hecho de trasladarlas a mundos imposibles. Nunca me planteé compararlas con el supuesto cine de autor.

Pero es que con el cine de autor de los últimos años también tengo el mismo problema. Lo que en las películas como "TRON: Legacy" (2010) son simples efectos especiales colocados sabiamente para asombrar a la masa, en las películas de autor actuales se convierten en giros argumentales sin ningún soporte en la realidad, con personajes que parecen salidos de una obra cubista y con los cuales es imposible identificarse si uno no es un psicópata, y con escenarios tan deconstruidos que causan rechazo por su falta de verosimilitud.

En fin, aunque la mayoría de los críticos están de acuerdo con mi valoración de "TRON: Legacy" (2010),  ya que me pasó lo mismo con "Decepción", perdón "Origen" (2010) y que los susodichos la consideran una obra maestra. Esto me hace pensar que me he caído de esa línea imaginaria donde me había situado y que me permitía disfrutar de ambos tipos de cine, el comercial y el de autor. De entrada en el último mes sólo he visto 3 películas dado el hastío y desinterés que me plantean las propuestas de la cartelera (lo cual es inaudito para cualquiera que me conozca). ¿Dónde me he refugiado? En las series. "¿Quién me iba a decir que un día la televisión ganaría completamente mi corazón?".

Postdata.- No quiero olvidarme del reciente fallecimiento de Blake Edwards, uno de esos directores que cruzó varias veces mi línea imaginaria. Te dejo con uno de los mejores momentos de toda su carrera cinematográfica (y que vale mucho más que todo el cine realizado en el último año):